United States or Cameroon ? Vote for the TOP Country of the Week !


Preocupábale la indumentaria muy más de la cuenta, al decir de su mamá, que le miraba por esto con alguna ojeriza: no había sastre que le hiciese bien la ropa, ni planchadora que le diese gusto; con tal motivo, siempre que estrenaba un traje o unas botas o se ponía camisa limpia, armaba un jollín que se oía en toda la casa; verdad que estos eran los únicos momentos en que daba cuenta de y mostraba algún arranque, porque todo lo demás de este mundo parecía tenerle sin cuidado; pero de todos modos, era un posma que molestaba mucho; y lo que decía doña Martina con muchísima razón: Si este niño es tan impertinente ahora para la ropa, ¡qué hará cuando tenga veinte años!

Amparo y el teniente, en un extremo del balcón, volviendo casi la espalda a la plaza y aislados del grupo juvenil que hablaba y reía junto a ellos, tenían el aspecto de verdaderos novios; él, serio, solemne, llevándose la mano al tercer botón de la guerrera, que es donde suponía estaba el corazón, mirando algunas veces al cielo, todo para dar más fuerza y sinceridad a lo que decía; y ella, con cierta sonrisilla irónica, negando con graciosos movimientos de cabeza y volviendo algunas veces la mirada para ver si el «posma» seguía allí.

La broma cesó al aparecer doña Manuela, vestida con una bata de seda negra, amplia, con larga cola y mangas perdidas que completaba su apostura de reina de teatro. Se había librado de doña Clara, aquella posma que nunca terminaba relato alguno, saltando de una conversación a otra, lo que hacía sus visitas interminables.

Un buen mozo con negro dominó, montando un caballo de alquiler, marchó toda la tarde como pegado a la portezuela, hablando con Concha, mientras la mamá y Amparo miraban las máscaras. Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse. La mamá comenzaba a no encontrar tan seductor a aquel espantanovios.

Y prosiguió diciendo, con grandes ponderaciones y mucho misterio, que el otro contendiente era sir Roberto Beltz, capitán de guardias agregado a la embajada inglesa, hombre muy posma, muy preguntón, muy aficionado a investigar el porqué de todas las cosas, y metódico y ordenado hasta el punto de reírse por la mañana de los chistes oídos la noche antes.

Si, por complacer a su padre, tomaba la resolución de estarse quieto y sentadito en una silla toda la tarde, esto era lo que no podía ver el pasmo de Sevilla: «¡Jesú qué niño tan posma! ¡Siempre en las mismitas faldas de una, mirándolo todo, observándolo todo!... ¡Ay, qué fatigaNi era fácil, como se ve, que le diese gusto en nada.

La Reina la salvó de estos apurillos, pagándole los atrasos de casa y ofreciéndole una habitación en los altos de Palacio, que la infeliz no vaciló en aceptar... «Me he metido en ese cuchitril por complacer a Su Majestad y estar cerca de ella, mientras me arreglan las piezas de la terraza... ¡Ay, qué posma de arquitecto!... Le voy a calentar las orejas...». Así se expresaba constantemente, y transcurrieron muchos meses sin que la ilustre viuda abandonara su choza provisional.

Martín pagó al posadero y quedó con él de acuerdo en el sitio en donde tenía que dejar los caballos en Logroño. Entre Bautista, Martín y la moza, reemplazaron el tiro por completo. Martín acompañó a la muchacha, y cuando la vió sola la estrechó por la cintura y la besó en la mejilla. ¡También usted es posma! exclamó ella con desgarro.

Ya sabe usted que no me molesta nunca. Siga usted; ¿qué es ello? Ahora no, ahora no... tiempo tenemos... ¡no faltaba otra cosa!... Quiero, señor conde, que al menos hoy no pueda usted decir cuando me vaya: «Este cura de la Segada es un posma».

Amparito era la única que estaba seria. ¡Pero cuán desgraciada era! ¡Para ella toda fiesta había de traer el consiguiente disgusto! ¡Allí estaba él...! ¡él! el «posma», aquel Andresito, que de novio era un estúpido, y de amante despreciado y terco una insufrible calamidad.