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No desistió Orellana del empeño de alcanzarlos, aunque reconoció la ventaja que le llebavan en la marcha: y para conseguirlo, mandó adelantar sus compañias de caballeria, que en efecto lo lograron en las cercanias del Cerro de Yupa, de altura portentosa, donde los detuvieron con escaramusas, hasta que llegó con el resto de la tropa: pero al instante se acogieron á lo mas alto y escabroso de aquella montaña, donde se les hizo fuego, pero sin lograr efecto alguno contra ellos, porque se parapetaron detras de unas tapias de piedra que habia á la cumbre.

Mientras tanto el cura no tardaría en llegar para consagrar la unión, y esa misma tarde iría él con Adriana, con "su mujer", a un chalet rodeado de viejos árboles, en las barrancas de Belgrano... ¿No lo habría soñado? ¿Era realmente "su mujer" esta criatura que le desdeñara y le humillara tanto y a quien durante los últimos meses no pudiera contemplar sino furtivamente, como un ladrón, en la penumbra de la iglesia del Socorro? ¿Era esta la misma Adriana que tantas veces resplandeciera para él, transfigurada, en la indecisión de una portentosa lejanía?

Luego, media hora para almorzar, un cuarto de hora de descanso. Apenas me quedaba tiempo para rascarme. Aquella portentosa obra le caligrafía me puso de muy mal humor, sobre todo porque advertí que debía pasar la mayor parte del día en las oficinas de la fábrica, situada en las afueras de la ciudad, hacia el barrio de San Bernardo.

Figúrense ustedes cuál sería mi estupor, ¡qué digo estupor!, mi entusiasmo, mi enajenación, cuando me vi cerca del Santísima Trinidad, el mayor barco del mundo, aquel alcázar de madera, que visto de lejos se representaba en mi imaginación como una fábrica portentosa, sobrenatural, único monstruo digno de la majestad de los mares.

Llevaba exterminadas muchas fieras, especialmente tigres, y á él nunca le ocurría un contratiempo que fuese irremediable. Le herían frecuentemente, le sometían á tormentos atroces; pero sanaba, al fin, con una rapidez portentosa. Y en casi todas las representaciones, ¡su mirada, aquella mirada de héroe niño, que hacía sentir á Mina el pinchazo de un alfiler olvidado!...

En esta habitación dijo el lego nació nuestro santo fundador. Aquí tuvo también el hermano Garrido su revelación portentosa. Usted habrá oído hablar de ella.... Pero viendo que el señor permanecía impasible, dijo con cierta impaciencia: Pero usted que sabrá quién era el hermano Garrido. ¡Oh! mucho dijo Aresti, que oía por primera vez este nombre.