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Yo le había dicho que si por indiscreción o vanidad suya alguna persona, cualquiera que fuese, llegaba a conocer nuestro secreto, le aborrecería... Después del día en que hablé con él en las Cortes, cuando se empeñó en que le habíamos de seguir a bordo de no qué barco, y al fin nos envió a casa con fray Pedro Advíncula; después de aquel día, digo, no le había vuelto a ver... Mi madre sospechaba de ti y le había prohibido entrar en casa. ¿Recuerdas aquella anciana pordiosera que iba a casa a vender rosarios?

»Hacía un cuarto de hora que estábamos así desesperados, abatidos, sin saber qué partido tomar, cuando oímos un rumor a nuestra espalda y volviendo la cabeza vimos a una pordiosera que venía hacia nosotros con un niño de la mano. »No pudimos contener un grito de alegría juzgándonos ya en salvo.

No, hijo contestó la señora con blandura, no vengo a pedir limosna. ¿Tengo yo facha de pordiosera? Si el señor no está, dime dónde puedo encontrarle, porque necesito verle con urgencia. Pues el patrón... estará en casa de su compadre, calle de Entre Ríos. Apuntó el número misia Casilda, y bajó aprisa; ni tranvía ni coche a mano tampoco esta vez: anda, anda, anda.

Pero lo gracioso fué que, estando ella en la puerta, aburrida del debate estéril de la madre con el dependiente, vió pasar a la tía Silda con un mantón color de diablo afligido, hecha una pordiosera; si estaba tan mal, ¿por qué no se ponía a servir?

Paseó los dedos por la puerta, palpando las molduras, deslizándolos por las superficies barnizadas, como si buscase á tientas una rendija, un agujero, algo que le permitiese llegar hasta el hombre que estaba al otro lado. Instintivamente dobló sus rodillas, pegando la boca al orificio de la cerradura. ¡Dueño mío! murmuró con una voz de pordiosera . ¡Abre!... No me abandones.

Suponía tal la elevación de alma de Juanita, que hubiera sido injuriarla ofrecerle dinero. Un ochavo más que doña Inés le hubiese dado sobre el jornal que de ordinario ganaba, hubiera parecido una limosna. No era delicado socorrer a Juanita como a una pordiosera.

En un principio me sedujo el aparato mundano de que estaba rodeada; pero después se fué infiltrando poco á poco en mi alma, hasta el punto de que no era yo el que pensaba y sentía, sino ella la que pensaba y sentía por ... Hoy daría la vida porque fuese una pordiosera, con tal que me amase un poco...» Y embebecido en estas y otras reflexiones estuvo algún tiempo sentado.