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Vamos á ver, Lea, no tienes para qué atormentarte. Yo estoy aquí para defenderte si hace falta. Si Tragomer te molesta yo me encargo de hacerle entrar en razón. Ven aquí, no pienses más que en tus triunfos y ponme buena cara, ¡qué diablo! No nos vemos tan á menudo y bien sabes cuánto te amo... Sorege cogió la mano de Jenny y besó sensualmente su puño delicado y su fresco brazo.

Vaya dijo aquí Nieves con un gestecillo muy gracioso , hazte el ancianito ahora y ponme triste a . ¡Eso que fuera una gansada de órdago! exclamó Bermúdez formalmente indignado contra mismo , y sin maldita la necesidad; porque, hoy por hoy, siento retozarme en el corazón la vida de los treinta años... Es la pura verdad, créemela por éstas que son cruces. Dije eso... por decir.

Debajo de un manzano te desperté; allí tuvo tu madre dolores, allí tuvo dolores la que te dio a luz. 6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como un signo sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duro como el sepulcro el celo; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. 7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos.

O ponme una señal, por do se entienda Que soy hechura tuya y de tu casa: Y asi no havrá ninguno que me ofenda. Vuelve la vista, y mira lo que pasa, Fue de Apolo enojado la respuesta, Que ardiendo en ira el corazon le abrasa. Volvila, y vi la mas alegre fiesta, Y la mas desdichada y compasiva, Que el mundo vió, ni aun la verá qual esta.

Así que, Panza amigo, no me repliques más, sino, como ya te he dicho, levántate lo mejor que pudieres y ponme de la manera que más te agradare encima de tu jumento, y vamos de aquí antes que la noche venga y nos saltee en este despoblado.

Oye, Sarmiento dijo el rey ; ponme detrás dos almohadones, á fin de que pueda recostarme, y el gabán de pieles. Sirvió el ayuda de cámara al rey y éste le despidió. Felipe III se quedó sentado en la cama, recostado sobre los almohadones y envuelto en el gabán.

Te advierto que de ninguna manera te has de librar de , pues aunque te vuelvas el mismo Demonio, te he de pedir dinero y te lo he de sacar. Vamos; ponme eso. No me da la gana. Y diciéndolo empezaba a redactar la orden. Así, así... decía Guillermina dictando . «Sr. D... haga usted el favor de dar los palos...». Por ahí... los palos... Leña, que te den leña es lo que a ti te viene bien.

¿Yo celos de este tío que ya no puede con la fe de bautismo en papeles? ¡Sería trabajo! Llévatelo, hija, y ponlo en un cuarto seco para que no se pudra. Soleá, llévame y ponme donde te parezca. Verás si engordo á tu vera le gritó Antonio. ¿Y á , dónde quieres que me ponga entonces? preguntó Velázquez riendo.

Ponme una santa rodeada de perdidas y de bribones; persíganla sin tregua ni descanso con ejemplos y sofismas; denle el veneno hasta en el aire que respire.... y la misma santa caerá, cuanto más una criatura de la cepa de esa infeliz. Concedido... por un momento. ¿Lo sabe Pepe Guzmán?

La suerte de ellas era que lo tomaban a broma. «Jacinta, ponme un pañuelo de seda en la garganta... Chica, no aprietes tanto que me ahogas... Quita, quita, no sabes. Mamá, ponme el pañuelo... No, quitádmelo; ninguna de las dos sabe liar un pañuelo. ¡Pero qué gente más inútil!». Pasa un ratito. «Mamá, ¿ha venido La Correspondencia?». No, hijo. No te desabrigues. Mete estos brazos.