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A ver si estas señoras, y muchas otras de que están llenas las historias sagradas y profanas, no sabían dónde les apretaba el zapato, en cuanto se refiere al arte cuyas reglas fundamentales puso Ovidio en verso. Pero volvamos a Julio Guzmán el extraño, y pongamos término a las divagaciones. El suceso que presta asunto a la novela o academia, es harto frecuente en la vida real.

No con torpe é inconsiderado miedo desvanezcais lo que tanta fatiga ha costado, i no deis ocasion á que duden los enemigos si fuimos nosotros aquellos muslimes, famosos en la tierra por su singular esfuerzo i constancia en las batallas, i á quienes tanta valerosa nacion ha inclinado la cerviz para sufrir las cadenas que les pongamos

En el pensamiento de los hombres de aquella edad el éxito lo justificaba todo. Menester era, pongamos por caso, de la pasión patriótica de Góngora cuando cantó la Invencible Armada, para que llamase a Isabel de Inglaterra Reina no, sino loba libidinosa y fiera.

Luego la casa está cerca... Doce minutos: pongamos cuatro para subir la escalera, dos para bajarla... Y está cansado el hombre; debe de ser alta la escalera... La casa está cerca. La descubriremos por la lógica. Nada de preguntas, porque no me lo dirían; ni seguir a este animal, porque eso no tendría mérito. Cálculo, puro cálculo...».

Pongamos punto final, ché Lorenzo, si vas a argumentarme con las madres... Son argumentos excesivos... y de los que seguramente no pienso como . Lorenzo se disponía a contestar; pero se limitó a mirar fijamente a Melchor que al notar su silencio se inclinó sobre la mesa para buscar, por debajo de la gran lámpara colgante, la cara de su amigo que se había parado al otro extremo de la mesa.

Veinte mil francos contestó el doctor . De esos cobro cinco o seis mil. ¿Y el resto? Me lo quedan a deber. Nosotros no tenemos derecho a acudir a los juzgados. ¿Haría usted el viaje a Italia por veinte mil francos anuales? Mi pobre conde, no hablemos de años. Lo que le queda de vida debe contarse por meses, quizás por semanas. ¡Pongamos dos mil francos al mes y sea usted de los nuestros!

Quintana y el duque de Frías, pongamos por caso, retratan a Felipe II con los más opuestos rasgos y colores y propenden a infundirnos las ideas y los sentimientos más contrarios sobre la religión y política de los españoles del siglo XVI y sobre las causas de la elevación y de la decadencia de nuestro pueblo; pero nosotros nos deleitamos y nos entusiasmamos casi por igual con los versos del uno y del otro poeta, ora estemos de acuerdo con el duque, ora con Quintana, en juzgar al vencedor de San Quintín y de Lepanto, ora cortemos por camino que nos parezca más recto entre los dos extremos que ellos tocan.

Entre las familias de ambos no se sabe que haya enemistad, como la hubo, pongamos por caso, entre las familias de Julieta y de Romeo. Ni diferencia de clase, ni de religión, ni de patria los divide. ¿Por qué, pues, no buscó Calixto a una persona honrada que intercediese por él y venciese el desvío de Melibea, y por qué no la pidió luego a sus padres y se casó con ella en paz y en gracia de Dios?

A un empleado, pongamos por caso, que tiene tres o cuatro mil pesetas de sueldo anual, y es padre dichoso de dos o tres niñas, que gastan sombrerete y otros primores parisinos, ¿qué le queda para pagar la comida y el alquiler de la casa si han de ir las niñas medianamente emperegiladas?

Me ha ocurrido, que se presentaba un pretendiente para , y mis 2.000 pesos de dote le han puesto en fuga... como de costumbre. ¿No tenía fortuna? preguntó la abuela. No, señora, ninguna. 500 pesos de sueldo por toda renta. Con los intereses de los 2.000 pesos dijo la Sarcicourt, pongamos 80 pesos, el total de 580. ¿Espera usted vivir con esa cifra? ¿Por qué no? respondió ingenuamente Francisca.