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De cuando en cuando, así que las apuestas estaban hechas, decía en voz alta, con el acento rudo que le caracterizaba: «Juego, caballerosDespués de la sorpresa acudió a cierta irritación, no exenta de risa. ¿Este era el hombre que todos los días nos mareaba con el trabajo de Cataluña y mostraba tal desprecio al resto de los españoles? «Pues no te escapas sin verme», dije para , y a fuerza de trabajar con los codos logré ponerme en primera fila.

Ordeno que la hagan pasar a un saloncito. «Díganla que tenga la bondad de esperarme un momento». Y en seguida llamo a mi doncella para que me ayude a ponerme un traje de circunstancias, un vestido negro, de cierta severidad, pues me parece que la entrevista va a ser grave. Mientras me visto procuro dominar el desasosiego que me ha invadido al leer la tarjeta. ¡Misia Melchora en mi casa!

No faltó más sino que la abuela me hiciese ponerme al piano para tocar una pieza o cantar una romancita... Por fin se termina la sesión. Todo el mundo está satisfecho y yo también... Decididamente, la feria del matrimonio tiene de bueno que enseña a estar contento de uno mismo y de los demás. Esto último es mucho más raro que lo primero. La abuela no cesa de elogiar al pretendiente.

Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa; y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medre sino los que le tienen; en el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de vuestra merced.

Mucho me hubiera sorprendido hace diez años el que me hubiesen profetizado, que ese viejo notario, cuyo lenguaje formalista y seca política, nos divertía tanto, á mi padre y á , había de ser un día el oráculo de quien esperara el decreto supremo de mi destino... Hago lo posible para ponerme en guardia contra esperanzas exageradas; he calculado aproximativamente que, pagadas todas nuestras deudas, nos quedará un capital de ciento veinte á ciento cincuenta mil francos.

Finalmente, fue el tercero y avínole lo que al primero y al segundo. Viendo yo esto, no quise dejar de probar la suerte, y, así como llegué a ponerme debajo de la caña, la dejaron caer, y dio a mis pies dentro del baño.

El distinguido señor Céspedes, cónsul argentino en Colón, que está allí labrando su fortuna con un heroísmo incomparable, se encuentra, por mi desgracia, en cama. ¿Qué hacer? ¿Visitar la ciudad? Veinte minutos y c'est fait. Barro y casas de madera; nada. Ponerme a leer... ¿en mi cuarto? ¡Prefiero la muerte!

A no ponerme en ridículo, cerrando en su presencia los ojos, fuerza es que yo vea y note la hermosura de los suyos, lo blanco, sonrosado y limpio de su tez; la igualdad y el nacarado esmalte de los dientes que descubre a menudo cuando sonríe, la fresca púrpura de sus labios, la serenidad y tersura de su frente, y otros mil atractivos que Dios ha puesto en ella.

Yo experimento que siempre que tengo la sensacion de un movimiento que es ponerme la mano delante de los ojos, pierdo la vista de los objetos, y se me presenta otro que es siempre el mismo: la mano; si de esta coincidencia infiero la existencia de los objetos externos, queda destruida la supremacía del tacto, pues que para la formacion de semejante juicio influye la vista.

Las solteronas te hacen perder la cabeza, pobre hija mía... Vamos, despáchate. Voy a ponerme el sombrero y te espero en el salón. En diez minutos hice el milagro de estar compuesta y acicalada. La abuela, satisfecha, se dignó sonreírme con una benevolencia en la que entraba un poco de inocente admiración.