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El hombre es tan vano y presuntuoso, que apenas discurre un disparate para remediar lo que tal vez no tiene remedio, intenta ponerlo en práctica, lo considera infalible por ser suyo, y se siente capaz de prender fuego al mundo entero á cambio de que triunfe su orgullo de autor.

Es sin duda un viejo proyecto, pero finalmente es la primera vez que tenemos los medios de ponerlo en práctica." 1999: WEB MULTILING

Pero aunque Velázquez se esforzase en ocultarlo y Soledad nada hiciese para ponerlo de manifiesto, el cambio operado en sus relaciones no era ya un secreto para nadie. Los amigos murmuraban, se hacían guiños cuando observaban algún signo de sumisión, se comunicaban sonriendo los descubrimientos que iban haciendo.

Los documentos de que se ha formado esta historia dicen que eran de becerro mate con caña de paño negro cruzada de graciosos pespuntes. «Me han costado tres duros pensó Isidora en los últimos peldaños . Con siete del vestido son diez; seis que di a doña Laura a cuenta, son dieciséis. Aún me queda para vestir a Mariano y ponerlo en la escuela. Después el tío me mandará más, y después...».

Mire usted, condesa dijo Pilar al cabo, satisfecha de hallar un motivo para desesperar a las Amézagas , lo bonito, es ese agujón de Luisa. Luisa sacó de su moño el clavo de oro, con cabeza de amatista, constelada de diamantes chiquititos. Otro igual tenía ayer la sueca explicó al ponerlo en manos de la condesa . Llevaba todo el juego: pendientes, collar de bolas de amatista y el agujón.

Por fin de fines, los pícaros impuestos subsistieron y, entre gruñido y refunfuños, hubo de pagarlos todo aquel que, teniendo ley a su pescuezo, no ambicionara ponerlo en relaciones íntimas con el verdugo.

Lo que había pasado con motivo del pedido de la mano de Nancy le había causado al joven una mera alarma: el temor de que el squire fuera a deslizarle al señor Lammeter, de sobremesa, algunas palabras que fueran capaces de ponerlo a él, Godfrey, en la necesidad absoluta de renunciar a Nancy en el momento mismo que parecía estar a su alcance.

Un miércoles, a veinte y siete del mes de abril del año 1435, fue denunciado al dicho Señor Obispo, que después de haber tenido su consejo algunos Judíos, de renovar al vivo, en cuanto pudiesen la pasión sacrosanta del Hijo de Dios y destinado para ello un moro, esclavo de uno de ellos, lo habían ejecutado, atrevidos, desde el prendimiento hasta ponerlo en una cruz, poco menos que hasta morir.

No interesaba a Jacinta aquel triste relato tanto como creía Nicanora, y viendo que esta no ponía punto, tuvo la dama que ponerlo. «Perdone usted dijo dulcificando su acento todo lo posible , pero dispongo de poco tiempo. Quisiera hablar con ese señor que llaman Don... José Izquierdo».

No les bastaban los libros y las obras de arte enviados por el viejo mundo; querían ver de cerca la personalidad física de sus autores. Además, se dan el gusto de ponerlo en caricatura y le atribuyen anécdotas en las que aparece asombrado al enterarse de que en América ya nadie gasta plumas.