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Guardó silencio nuestro hermano mientras duró el mensaje, y tomando la carta vió que el verdadero padre de Juan, aunque con un sentido doble, por el cual aunque se hubiera perdido aquella carta no se hubiera perdido el secreto, le suplicaba enviase á Alcalá á hacer los estudios que más le agradasen á Juan, bajo la vigilancia del bachiller Gil Ponce, hombre de virtud y conciencia, en quien podía confiarse enteramente.

Mientras tanto, la señora de Ponce recogía excitada sus joyas y hacía su maleta, como ya otra vez la había hecho en el transcurso de su accidentada existencia.

Cruz, D. Pedro Ponce de Leon, el arcediano de Pedroche, D. Francisco de Mendoza, obispo de Oviedo, y otros.

Sancho amenaza a don Tello contándole que ha derribado el álamo más fuerte y orgulloso de la alameda: símbolo que recuerda aquel de que se sirve el abad de San Ponce de Tomeras para abrir los ojos al rey don Ramiro el Monje, el de la campana de Huesca. Sobre esta leyenda, véase Menéndez y Pelayo, Ob. de Lope, VIII, XLV y sigs.

Oír el general Ponce nombrar a Spá y no traer a cuento el desafío del subsecretario con el príncipe ruso, era cosa imposible. Como que ese y el de Peñas Pardas eran los únicos encuentros en que se había hallado en toda su vida.

Al desembocar el ya crecido ejército en la plaza de las Peñuelas, centro del barrio, agregose una chiquillería formidable. Eran los dos nietos de la Tía Gordita, los cuatro hijos de Ponce el buñolero, las del sacamuelas y otros muchos. Mayor variedad de aspecto y de fachas en la unidad de la inocencia picaresca no se ha visto jamás.

Las tres ramas Nuezvana, Ponce y Ebro fueron poco fecundas y todo vino a caer en manos de mi distinguida visitante y de dos hermanas estériles, ya difuntas, a quienes heredó misia Melchora. Esta excelente señora hubo de su matrimonio un hijo, padre de Carlitos Nuezvana, y varias hijas, casadas con lo mejorcito de nuestra sociedad. Así, pues, misia Melchora es archimillonaria.

Marchamos de mañana, y habiendo caminado á distancia de 6 leguas, poco mas ó menos, estando inmediatos á una laguna, llegó Francisco Almiron y Luis Ponce, intérpretes que llevabamos de nuestra parte, y dijeron al Comandante de parte de dicho Lincon y demas caciques, hiciesemos alto, que querian recibirnos en aquel parage.

Ya hacía dos que, por muerte del señor Gil Ponce, iba solo á Alcalá. Sin embargo, en esos dos años no se pervirtió, á pesar de andar entre estudiantes. Ni bebe, ni juega, ni riñe; sólo tiene una afición, y ésta es muy natural á sus años: es enamorado y audaz con las mujeresDió un salto sobre su sillón al leer esto Montiño. ¡Ah! ¡ah! bueno es saberlo exclamó.

Es una solemne tontería pretender que pertenece a un muerto. ¿Es hija suya? ¿No? ¿De quién, pues? La niña pertenece a su madre. ¿No es eso? ¿Dónde está? dijo la señora de Ponce con voz concentrada y pálido rostro. Todo lo explicaré. La niña pertenece a su madre. De eso no cabe duda alguna. Soy abogado, legislador y ciudadano de la Unión.