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Rodil estaba resuelto a prolongar la resistencia; pero su coraje desmayó cuando, en los primeros días de enero de 1826, se vió abandonado por su íntimo amigo el comandante Ponce de León, que se pasó a las filas patriotas, y por el comandante Riera, gobernador del castillo de San Rafael, quien entregó esta fortaleza a los republicanos.

Parece ser que esta capilla, hoy Sagrario desde el año 1577, fué fundada por el obispo de Córdoba D. Fernando de Mesa en 1265, y por D. Juan Ponce de Cabrera en 1390, como dice el Sr. Casas-Deza. A Ponce de Cabrera se la dió el cabildo en 1320, y su mujer D.ª Inés Henriquez la tenia ya dotada antes de finalizar el año 1350. Así lo refiere Feria, m. s. citado.

Se hicieron fiestas por el nacimiento de Felipe IV; que consistieron en una mascarada compuesta de 12 cuadrillas al mando de los caballeros don Diego Ortiz de Zúñiga, 24; Sebastián de Casaus, Fernando de Saavedra, Pedro de Tapia, Antonio Petruche Provincial de la Hermandad, Juan de Arguijo, 24, Juan Pérez de Guzmán, Ldo. don Juan Ponce de León, don Bartolomé González Delgadillo de Avellaneda, Asistente, Luís de Miranda, 24, señor Duque de Alcalá.

Hay una señora en la sala que le está esperando. Apresurose Príncipe a subir la escalera, y al entrar en el cuarto, la señora de Ponce voló a su encuentro. A decir verdad, habíase desmejorado mucho en los últimos diez años.

Porque yo le digo: «¿Con qué se van a mantener? ¿Con la pieza?». Si se casa, van a ser cuatro de familia; el matrimonio y la mamá de él, enferma, y una hermanita que, según me ha contado Ponce, debe de tener hambre canina. De esto hablamos largamente en la botica, que llamamos el círculo literario, y le voy engatusando.

Allí estuvo tendida por largo tiempo en dulce y apacible beatitud. Un día, cansada Carolina de velar, se había dormido a su lado, y los delgados dedos de la señora de Ponce se posaban sobre su cabeza como en tierna bendición. A poco, llamó a Juan. ¿Quién ha venido hace poco? dijo en voz apenas perceptible. La señorita de Corlear dijo Juan, contestando a la mirada de sus hundidas pupilas.

Quedaron tambien prisioneros, de resultas de estos favorables y prósperos sucesos, Antonio Bastidas, cuñado de José Gabriel, á quien habia nombrado Capitan General; Cecilia Tupac-Amaru, su media hermana; su primo, Patricio Noguera; el Coronel José Mamani; los Comandantes, el de artilleria, Ramon Ronce; Diego Ponce; Diego Verdejo, pariente del tirano; Andres Castelo, Felipe Mendizabal, Isidro Puma, Mariano Castaño, Sargento Mayor; Diego Ortigosa, Asesor; Manuel Gallegos, plumario; Melchor Arteaga mayordomo de ganados; Blas Quiñones, mayordomo mayor; Tomasa Tito, cacica de Acós; José Venela, confidente; Estevan Vaca, fundidor de artilleria; Francisco Torres comisionado principal; Lucas Colque, Comisario y alcalde; cuatro capitanes, dos tenientes, algunos soldados y negros huidos de particulares, entre ellos Antonio Oblitas, esclavo de D. Antonio Arriaga, y el mismo que fué su verdugo en Tinta.

¿Bajáis o no? dijo Maxi; y su mujer le contestó que esperase en la botica, que ellas bajarían. Aurora y Fortunata se reían mirando a Ponce, que iba escapado por la calle arriba, como alma que lleva el diablo. Retiráronse las de Rubín a su domicilio, teniendo ambas señoras la satisfacción de ver a Maxi tan mejorado de los desórdenes cerebrales de aquella mañana, que no parecía el mismo hombre.

Nuestro señor el público lo dirá: a su inapelable fallo me someto gustoso. En las aprobaciones insertas en la edición príncipe de El Diablo Cojuelo elogiaron esta novela fray Diego Niseno, padre basilio, y fray Juan Ponce de León, de la orden de los Mínimos.

La luna de miel fue corta, y terminó con un incidente inesperado. Durante el viaje de bodas, confiaron a una hermana del coronel Roberto el cuidado de la niña. Al regresar a la ciudad, la señora de Ponce determinó inmediatamente visitar a la guardadora, para traerse la niña a casa nuevamente.