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Esperaba así tomar revancha; pero todos comprendieron que una barba, no ya como aquélla, sino policroma, no tenía importancia comparada con una pasión extravulgar por las negras. ¡Afirma ese hombre original que hay en las negras algo exótico! añadió su excelencia. Poco a poco, la popularidad de Kotelnikov en los círculos burocráticos de la capital llegó a ser muy grande.

Sobre una mesa del siglo XVIII veíase una imagen policroma de San Jorge pisoteando moros bajo su corcel; y más allá la cama, la imponente cama, monumento venerable de la familia.

Se abrió aquella puerta de quicio profundo, apareciendo en su hueco Spadoni. ¡Oh, Alteza! Su sonrisa no expresaba asombro. Saludó al príncipe como si lo hubiese visto el día anterior. Fué guiándole por corredores y salones sumidos en una penumbra policroma y que olían á polvo. Hacía muchos meses que los ventanales de colores no habían sido abiertos ni descorridas las cortinas.

Era gótico, pero no tenía la crudeza blanca, la sobriedad desnuda de las viejas catedrales. La arquitectura ojival convertía en polícroma: el oro y el bermellón chorreaban por los nervios de los pilares, y los arcos apuntados: las bóvedas, eran azules con estrellas de oro, como un cielo de teatro. Esta belleza, tan bonita, sólo podían imaginarla los Padres de la Compañía.

La puerta se asemejaba á un portillo de escape; toda la vida estaba vuelta hacia el interior, afluyendo las riquezas y magnificencias al patio central, adornado con piscinas, estatuas y arriates de flores. El mármol era raro. Las columnas, construídas con ladrillos, estaban cubiertas de un estuco que ofrecía su superficie á la pintura. Pompeya había sido una ciudad policroma.

La diestra de uno de estos militares se elevó hasta su visera para saludar al príncipe. Este se fijó en el color amarillento del kepis, luego en el uniforme del mismo color y la línea policroma de las condecoraciones.

Siempre que la enfermera subía al piso alto, permanecía largo rato en aquel aposento, contemplando, al través de la vidriera policroma, el paisaje conocidísimo, y, sin embargo, extraordinario, que se veía desde allí.

En cuanto á los suelos, puede afirmarse que emplearon peregrinas combinaciones de ladrillos y azulejos, ya formando labores geométricas de estrellería polícroma incrustada en aquellos, ya de los pequeños ladrillos cuadrados, conocidos con el nombre de olambres ú olambrillas, ya finalmente, de azulejos tan solo.

Belarmino se aplacía en el canto religioso: ne impedias musicam, dice la Escritura. «Quizás Angustias canta también; le habrán enseñado» pensaba Belarmino. Y hacía esfuerzos por desenredar la voz azul de Angustias de entre la madeja polícroma del coro. No, no cantaba Angustias.