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Este, para conocer, necesitaba formas que se le uniesen íntimamente; y si bien es verdad que las divisaba allá á lo lejos en las bajas regiones de las facultades sensitivas, no podia descender hasta ellas, sin faltar á su dignidad y negar su propia naturaleza.

El arzobispo de Toledo podía colocarse en la mitra una corona o dos, y no digo tres porque pienso en el Sumo Pontífice.... Primero, la escritura de dotación a la catedral hecha por el rey Alfonso VI a raíz de haber conquistado Toledo.

Creía ella que los curas de mucho saber y virtud debían de conocerse en el poco uso que hacían del agua y jabón, y también en que su alimento no podía ser sino yerbas cocidas y sin sal.

El herrador fumaba su pipa con aire bastante hosco, con un cierto desdén por aquella discusión trivial. El tampoco tenía oído para la música, y no iba nunca a la iglesia porque pertenecía al cuerpo médico, y podía ser requerido para las vacas en estado delicado.

Pepita le pidió que le dejase a D. Luis; que no se le llevase; porque él, tan rico y tan abastado de todo, podía sin gran sacrificio desprenderse de aquel servidor y cedérsele a ella. Terminados estos preparativos, que nos será lícito clasificar y dividir en cosméticos, indumentarios y religiosos, Pepita se instaló en el despacho, aguardando la venida de don Luis con febril impaciencia.

El alma en los ojos mira; Dellos la verdad advierte; Que, sin admitir espacio, Dijo mil veces que . ELVIRA. Sancho, no lloro por ti, Sino por ir a palacio; Que el criarme en la llaneza Desta humilde casería, Era cosa que podía Causarme mayor tristeza. Y que es causa justa advierte. SANCHO. ¡Qué necio amor me ha engañado! Vivid, mi necio cuidado; Que yo me daré la muerte.

Podía distinguir todos los objetos de su choza, pero su oro no estaba allí. Se llevó de nuevo las manos trémulas a la cabeza y lanzó un grito salvaje y estrepitoso, el grito de la desesperación.

Lobato, un ex cabecilla carlista, era un lobo mestizo de zorro; hablaba con dificultad, leía deletreando y escribía de modo que, en caso de convenirle, podía negar que aquello fueran letras... y él era dueño de la comarca por la política, por la usura y por las trampas a que obligaba a los jueces de paz y a los pedáneos su influencia personal.

La enferma lo aceptaba todo de su marido sin perdonarle ningún sacrificio. ¿No le había dado ella más de lo que podía darle?

El pobre y grande Felipe Trigo no podía trabajar sino en unas cuartillas en un tamaño de octavo menor. Uno de nuestros más terribles revolucionarios, que tiene la suerte de estar casado con una bella dama andaluza, urde sus furibundos artículos... envuelto en un mantón de Manila de su esposa. No digo su nombre para evitarle el sonrojo ante los terribles compañeros del Comité de barrio.