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El vuelo, que tomó la vida entera de la nación, no podía menos de producir formas nuevas y análogas en la poesía. Obsérvase esto sobre todo en la forma y el tono de los cantos narrativos populares. Si la poesía anterior española revela pocas trazas del influjo arábigo, la que le sucede, después que cayó el imperio mahometano, admitió sin trabajo no poca parte del espíritu oriental.

Su profundidad enorme empezaba en los mismos bordes. Un nadador podía arrojarse en estos charcos sin tocar el fondo. El agua era verdosa, agua muerta, agua de lluvia, con una costra de vegetación perforada por las burbujas respiratorias de los pequeños organismos que empezaban á vivir en sus entrañas.

Se habían burlado tanto de ella, que lo que estaba viendo no podía ser sino una nueva burla. Aquel era, sin duda, más pillo y más embustero que los demás. Consecuencia de tales ideas fue la sonora carcajada que soltó la mujer aquella ante la faz compungida de un hombre que era todo espíritu.

Y junto a la zapatería y al bazar podía contemplarse la revocada y hermosa fachada de su casa, situada en la calle más ancha y central del pueblo. A espaldas de esta casa y en no interrumpida sucesión, había patios, corrales, caballerizas, tinados, bodegas, graneros, lagar, molino de aceite, y en suma, todo cuanto puede poseer y posee un acaudalado labrador y propietario de Andalucía.

Siempre había conseguido un remedio en los mayores apuros de su vida; siempre lograba salir de los conflictos bien ó mal; pero ahora no podía acertar con la solución necesaria... ¿Irse de allí? ¿Cómo lograrlo?

Contemplándola, pensaba Jaime que aquella muchacha, en otro ambiente, podía haber sido una criatura adorable.

Maltrana podía decirle el interés que le inspiraban todas sus cosas; cómo ella, que no ponía atención en la vida de los demás pues bastante tenía con los asuntos propios , había sido la primera en enterarse de su intriga con Mrs. Power, y cómo había protestado después al verle exhibiéndose junto a aquella verdosa mal pergeñada.

Lorenza contestó telegráficamente a Pepe, que Felisa accedía al matrimonio por poderes, y que enseguida de verificado saldría para París con dos criados, si, dada su avanzada edad, no podía el tutor acompañarla.

Preguntéle al renegado lo que con ella había pasado, el cual me lo contó, a quien yo dije que en ninguna cosa se había de hacer más de lo que Zoraida quisiese; la cual ya que volvía cargada con un cofrecillo lleno de escudos de oro, tantos, que apenas lo podía sustentar, quiso la mala suerte que su padre despertase en el ínterin y sintiese el ruido que andaba en el jardín; y, asomándose a la ventana, luego conoció que todos los que en él estaban eran cristianos; y, dando muchas, grandes y desaforadas voces, comenzó a decir en arábigo: ¡Cristianos, cristianos! ¡Ladrones, ladrones!; por los cuales gritos nos vimos todos puestos en grandísima y temerosa confusión.

Así es la Mancha. Al atravesarla no podía menos de acordarme de D. Quijote, cuya lectura estaba fresca en mi imaginación. Durante nuestras jornadas nos aburríamos bastante, menos cuando Santorcaz nos contaba algún extraordinario suceso de los que en lejanos países había presenciado.