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Los indios las emplean, por su resistencia y poco peso, para hacer las parihuelas en que transportan a hombros todo aquello que no puede ser conducido por una mula, como pianos, espejos, maquinarias, muebles, etc. Vamos encontrando a cada paso caravanas de indios portadores, conduciendo el eterno piano. Rara es la casa de Bogotá, que no lo tiene, aun las más humildes.

El punto de partida era, pues, común, pero mientras Fabrice, por el no interrumpido esfuerzo y constante y austero trabajo, llegara poco a poco al ápice de su arte, Gustavo Calvat embotaba sus aptitudes y perdía lastimosamente el tiempo en palabras, proyectos, teorías, críticas trascendentales y elucubraciones estéticas que le conquistaban la admiración del bulevar de las Batignolles...

Al entrar en Madrid hubo que perder cuatro minutos encendiendo los faroles, y un poco más allá los empleados del resguardo detuvieron de nuevo al coche para registrarlo todo de arriba a abajo... ¡Qué desesperación! ¡Qué feos y qué tontos eran aquellos hombres!

El rio de San-Mateo corre con estrépito sobre un lecho pedregoso y por entre magníficos boscages; mas para ir á Yuracáres se sube el rio Coni que es ménos considerable y sobre todo poco profundo. Barcos de vapor de todos tamaños pueden navegar sin obstáculo por el Chaparé, basta la embocadura de los dos rios que le dan orígen.

El francés Sedaine, en la ópera cómica Le roy et le fermier, y Collet, en la Partie de chasse de Henri XIV, tuvieron á la vista esta comedia inglesa, ignorando que era una copia de poco mérito de su modelo español.

Eran cincuenta años que parecían poco más de cuarenta; medio siglo decorado con patillas y bigote de oro oscuro con ligera mezcla de plata, limpios, relucientes, declarando en su brillo que se les consagraba un buen ratito en el tocador. Sus ojos eran españoles netos, de una serenidad y dulzura tales, que recordaban los que Murillo supo pintar interpretando a San José.

Desgraciadamente para ti. Teniendo corazón se sufre... Con un corazón de similor como el mío, todo importa poco... ¡Viva el similor!... ¡Viva el amor! respondí por lo bajo. ¡Qué gusto! exclamó Francisca muy contenta. Va a ser divertido ver a una enamorada de carne y hueso... ¿Me lo contarás todo, eh, Magdalena?... La niñada de Francisca me hizo reír, y prometí todo lo que quiso.

María Teresa se estremeció como sorprendida en falta, pero reponiéndose: ¡Hola! ¿eres , Diana? respondió sin moverse de su observatorio. Entras como rayo de sol, sin hacer ruido... ¿Y qué ves venir? ¡Nada! Espías simplemente la llegada del que esperas. María Teresa, un poco abochornada, se ruborizó.

Y en la accidentada historia de lo poco que he vivido, evocaré enternecido los gentiles surtidores que, blandos y arrulladores cual la brisa del desierto, me hacían soñar despierto con mi recuerdo querido. Es tu voz cuando cantas dulce fuente, arroyo fresco que en la selva umbría el himno de cristal de su corriente va entonando en suave melodía.

Me hablaba poco de él mismo y sólo en términos vagos para decirme que trabajaba, que hallaba grandes obstáculos, pero que esperaba llegar a buen término.