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La Casa Real, residencia del Gobernador, es una destartalada vivienda de construcción mixta, predominando en ella la tabla y la nipa. La Administración de Hacienda tiene techo de hierro, y el Tribunal, pobrísimo edificio, es al par que casa municipal cárcel de partido.

En mi pobrísimo juicio, entiendo que en toda ley deben presidir conceptos concretos é ineludibles, huyéndose cuanto posible sea de crear dudas y vacilaciones en los resultados de su aplicación, que originen arbitrarias resoluciones, por más que estén aquilatadas en la prudencia que crean largas prácticas de concienzudos tribunales; y digo esto, porque muchos de los artículos del Código de comercio vigente, son objeto en su aplicación del prudencial arbitrio de aquellos tribunales, pudiendo asegurar, sin temor de equivocarme, que de los 70,000 chinos que viven en Filipinas, el 80 por 100 se dedican á comprar y vender, ejerciendo por lo tanto el comercio, sin que ninguno de esos miles de comerciantes esté dentro del Código de comercio, y mucho sería encontrar casas españolas ó extranjeras que puedan justificar estar libres de olvidos de algunas prevenciones del Código.

¿Sería, en efecto, este hombre, que bajo el pobrísimo hábito de religioso encubría sus malos actos, responsable de la muerte del desgraciado Blair y de la misteriosa desaparición de ese pequeño y extraño objeto, que era su más preciado tesoro? No por qué, tenía el convencimiento de que esta sospecha era una realidad.

Tenía éste su almacén y su escritorio en la calle de San Felipe Neri, tal cual su padre lo había dejado, esto es, pobrísimo de apariencia y hasta lóbrego y sucio.

Si por su traje pobrísimo, lleno de remiendos y zurcidos, por sus alpargatas rotas, no comprendían ellos la diferencia entre una cocinera jubilada y una señora nacida de marqueses, pues bien pudiera esta vestirse de máscara, en otras cosas no cabía engaño ni equivocación: por ejemplo, en el habla.

Fué siempre pobrísimo en su vestido, tanto, que por los muchos remiendos que tenía, decía con gracia un Misionero, que había en él más accidentes que substancia; él mismo lo remendaba por sus manos; jamás mudó otro, hasta que el primero, por no poder ya subsistir, se le caía á pedazos.

El aspecto del comedor era pobrísimo: a duras penas disimulaba el aseo la escasez. El papel de las paredes, antes blanco, estaba pajizo, y sus dibujos azules, ya tomados del humo, parecían negros.

Demostró, en voz cascada y lenta, pero impávido, primero: que era una superchería lo de que la demolición de la capilla pudiese proporcionar los recursos a que se refería el presidente; que no había en el edificio más sillares que los pequeñísimos y carcomidos de la puerta; que los ornamentos no valdrían, en subasta, dos pesetas, y que no llegarían a treinta reales las esculturas del pobrísimo y desmantelado altar.

Frente a la Lonja, el Principal, pobrísimo edificio, mezquino cuerpo de guardia, por cuya puerta pasea el centinela arma al brazo, con aire aburrido, rozando con su bayoneta a los soldados libres de servicio, que digieren el insípido rancho contemplando el oleaje de alimentos que se extiende por la plaza.