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Yo hice voto de pobreza y profesé en la santa Orden dominicana. Pues vean ustedes lo que son las cosas; en el acto mismo de adoptar la pobreza, me encontré con que poseía más riqueza que los más opulentos ricachos y potentados de la tierra.

Sólo en Bilbao se sabía comer: lo demás era tierra de salvajes, país de pobreza donde moría uno de hambre ó de asco, aunque fuese persona de las que tienen cartera. Los mineros ricos hicieron en Azpeitia una entrada de invasores. Había comenzado ya la fiesta con las apuestas de bueyes, y una muchedumbre de caseros y de gentes del pueblo se agolpaba y estrujaba en la plaza y las calles inmediatas.

Ahora, pobreza, desconfianza, menosprecio, olvido.... ¿Dónde estaban los amigos de mis padres? No quedaban más que dos: el bondadoso médico y el desgraciado dómine.... Me a pensar en los días felices de mi primer amor. Entonces surgió ante mis ojos blanca figura de mujer. Esbelta, pálida, vaporosa, ideal, aquella imagen querida venía a recordarme olvidados juramentos, promesas no cumplidas.

Andrés acudió en auxilio de mis tías; hizo por ellas y por cuanto pudo; pero el fiel servidor no tenía mucho: un tendejón insignificante, y paremos de contar. Mis tías conservaron siempre en su pobreza su amada dignidad. Se privaron de cuanto les pareció superfluo, y nada superfluo había en aquella casa, y hasta de lo más necesario.

Y, a fe mía, que los dejaba hacer; porque en aquella época yo sentía todavía un santo respeto por el famoso «buen gusto». Sólo mucho más tarde fue cuando comprendí que, por lo común, eso no es más que una pantalla para disimular la pobreza de espíritu. No conseguí poner a cubierto de la invasión nada más que mi gabinete de trabajo.

Extinguida la pobreza, la caridad, el generoso donativo y las más bellas obras de misericordia no llegarán a ejercerse y se olvidarán o quedarán atrofiadas en el alma. Si la paz perpetua se realiza y las guerras se acaban, adiós virtudes bélicas, grandes capitanes y héroes valerosos.

Todo nuestro porvenir está cifrado en estos viñedos; nuestros hijos, nuestros criados y nuestros pobres, también esperan disfrutar de los productos que rendirán estos racimos floridos. ¡La Providencia preserve nuestra pobreza de un pedrisco que podría acabar con nuestra esperanza!

Determinó, pues, imitar en todos sus actos y palabras, hasta donde la realidad lo permitiese, la dignidad de aquella infelicísima señora, con lo que se crecía a sus propios ojos, y se veía idealizada por el martirio, grande en la humildad, rica en la pobreza y purificada en los padecimientos. El día lo pasó en estas cavilaciones, acordándose mucho del Delfín, de Joaquín Pez y de otras personas.

En cuanto a tu vejez, a tu obscuridad y a tu pobreza, me enamoran más, bien lo sabes, que la juventud, la brillantez y la riqueza en cualquiera otro. Si algo vale mi cariño, baña en él tu alma y te sentirás remozado. ¿No me hablas a veces de la dulce luz de mis ojos? Pues ilumina con esa luz tu obscuridad. ¿No afirmas que mi cariño es un tesoro?

Allá en Buenos Aires estudiaban el asunto con toda calma, y los peones, perdida la paciencia, echábanse al hombro el saco de ropa para huir á pie ó en ferrocarril de un lugar donde ya no entraba dinero y cada vez era más general la pobreza. El almacén había descendido á boliche y tenía un aspecto fúnebre.