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Estas las daban unos árboles plantados por el abuelito, quien trajo la simiente de las Antillas. Vinieron las escaseces, la pobreza y la miseria. La enferma iba de mal en peor. Las convulsiones eran diarias, y duraban dos o tres horas. El brazo izquierdo no le servía para nada; las piernas fueron debilitándose, y la buena señora no pudo caminar sin el auxilio de ajena mano.

Una fecundidad desesperante agravaba esta pobreza. La mujer, flácida, triste y con grandes ojos amarillentos, presentaba todos los años un chiquitín agarrado a sus ubres desmayadas.

En otras circunstancias no le hubiese importado la pobreza; sabía que la falta de hacienda empujaba a las aventuras heroicas. Pero, ahora, su instinto presentía un amoroso desastre, a causa de aquellos bienes perdidos.

Después, describiendo la autora su permanencia en Madrid, se expresa de este modo acerca de los teatros: «Es difícil dar una idea exacta de la pobreza de su maquinaria. Los dioses aparecen á caballo en una viga, que se extiende de un extremo á otro del teatro. El sol se figura por medio de una docena de faroles de papel de color, con su luz correspondiente en cada uno.

Y no holgué yo menos de esta feria Salir, que me cabia mucha parte, Y así en el Concilio mi miseria Gasté con mi pequeña industria y arte: Por me en pobreza, y gran laceria, Mas nunca jamas pude yo olvidarte España, dulce amiga, cuyo hipo, Me trajo sin sosiego, y el Filipo.

Tenía el autor entonces treinta y seis años; estaba en toda la plenitud de su actividad mental y en todo el hervor de su juventud, y de allí tal vez el cariño con que ha trazado la figura de Máximo Odiot, ese perfecto gentilhombre, cautivador en su brillante pobreza.

En fin, no creemos inútil volver á indicar que los niños, los viejos y los escrofulosos son los que presentan indicaciones mas frecuentes de este medicamento, cuya accion espresa una pobreza real del sistema sanguíneo y de la hematosis.

Un hombre de pasiones y de imaginación no puede resignarse con la pobreza o con un pasar ramplón y cotidiano. Hay que ahuyentar al lívido y desarrapado espectro de la necesidad. Hay que buscar la llave mágica que abre los tesoros de la vida: la espada bruja que decapite al dragón de la miseria. Y este talismán impreciado es el oro.

Después de tantos trabajos dió con una Ranchería, cuyos moradores, viéndole tan desfigurado, se maravillaron no poco de que quisiese padecer tanto solo por el provecho y salvación eterna de sus almas. Hubieran mostrado la fineza de su afecto si la pobreza y carestía de lo necesario se lo hubiera permitido; con todo eso buscaron alguna cosa, la mejor que hallaron, para proveerle de mantenimiento.

Livio afirma que la mucha prosperidad y abundancia de Roma, le acarrearon todos los males, y que por esta causa llegaron los romanos a los extremos del vicio. Si consultamos a Juvenal volvió a decir, él nos declara que no hay linaje de maldad en que los romanos no cayesen desde que abandonaron la pobreza. ¿Fue acaso opulento el pueblo de Israel, el pueblo de Dios?