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Además, temía que le faltase el tiempo para saborear los grandes cambios realizados en su propiedad. Me quedan pocos años decía , y no puedo malgastarlos vagando por Europa, cuando tantas cosas debo hacer aquí. Celinda me dará muchos nietos, y no quiero que sean unos pobretones.

Esa vieja es mi madre, y debes hablar de ella con el respeto que merece. En cuanto á dinero, la pobre señora no puede enviar más. Miró Elena á su esposo con cierto desprecio, diciendo en voz baja, como si se hablase á ella misma: Esto me enseñará á no enamorarme más de pobretones... Yo buscaré ese dinero, ya que eres incapaz de proporcionármelo.

Presentían la posibilidad de la derrota: parecían olerla en el silencio que pesaba sobre la plaza, en la misma gravedad de sus enemigos. Algunos más enérgicos se revolvían contra la posibilidad del fracaso. ¡Venir de tan lejos, para que se burlasen de ellos unos pobretones!... Renacía su avaricia de antiguos miserables, que turbaba muchas veces con detalles de ruindad sus alardes de ostentación.

Los dos traían bajo el brazo sus espadas; no espadas viejas y con agarrador de madera, como los pobretones, sino con empuñadura de coruscante dorado y vaina de cuero, iguales á las que usaban los guardias municipales de la ciudad. De sus remotos ascendientes de la conquista les quedaba un amor irresistible á la espada. Las armas de fuego eran buenas para las revoluciones.

Apenas hay aquí quien acierte a comprender lo que llaman mi manía de hacerme clérigo, y esta buena gente me dice con un candor selvático que debo ahorcar los hábitos, que el ser clérigo está bien para los pobretones; pero que yo, soy un rico heredero, debo casarme y consolar la vejez de mi padre, dándole media docena de hermosos y robustos nietos.

No cómo se las arregla para mantener aquel familión...». «Este no tiene más que trampas y mucho jarabe de pico...». «¡Ah!, este que es hombre: le suponen doce mil duros de renta; pero se dice que no le gustan las mujeres...». «¡Oh!, este que es enamorado; pero va a que ellas le mantengan... y qué ajadito está...». «Este no tiene sobre qué caerse muerto... es un libertino de mal gusto que no hace calaveradas más que con las mujeres de mala vida...». «He aquí uno a quien yo debo gustar mucho, según la cara que me pone y las cosas que me dice... pero por Torres que Torquemada le prestó dos mil reales para llevar a baños a su mujer, que está baldada... ¡pobrecita!...». De esta revista resultaba que casi todos eran pobretones más o menos vergonzantes, que escondían su miseria debajo de una levita comprada con mil ahogos, y los pocos que tenían algún dinero eran de temperamento reposado y frío... Veíase la dama encerrada en un doble círculo infranqueable.

Las señoras caminaban con paso marcial, sin parecer intimidadas por la actitud hostil del gentío, como damas altivas que no temen al mal gesto de su servidumbre, mirando con desprecio á toda aquella balumba de pobretones que se sustentaban de lo que sus poderosas familias querían darles. Estalló un trueno de gritos, insultos é imprecaciones.