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El pobre Juan, que siempre había guardado en el pensamiento la quimera de la venida de su hermano, ahogado ahora por la desgracia, comenzó a alimentarla con afán.

Creo que volvió por allí dos o tres veces durante la noche, y que no quise ceder a nadie, ni al mismo Guzmán, ni al pobre Ángel, que tan encarecidamente me lo rogaba, el consuelo de pasar aquella más sentada a la cabecera. Fue larga, muy larga la noche, esto lo recuerdo bien; pero no tanto el pormenor de lo que hice y sentí durante ella.

He preguntado de qué cuerpo se exhalaba aquella alma, y me han dicho: Es una pobre mujer que ha perdido a su esposo y a su hija, y se ha vuelto loca. Yo amo a esa loca. Quisiera saber su historia. He ofrecido dinero, todo el que quiera, al que me traiga la historia de esa loca, y ha sido en vano.

AZUCENA. Es verdad, no lo sabes, y sin embargo era mi madre, mi pobre madre, que nunca había hecho daño a nadie. ¡Pero dieron en decir que era bruja!... MANRIQUE. ¿Vuestra madre? AZUCENA. ; la acusaron de haber hecho mal de ojo al hijo de un caballero, de un Conde. No hubo compasión para ella, y la condenaron a ser quemada viva. MANRIQUE. ¡Qué horror!... Bárbaros... ¿Y lo consumaron?

Jugó el telégrafo; supo el Gobierno que acababa de hacer la adquisición de «uno de los personajes más importantes del país»; dijéronlo así al punto los periódicos oficiosos de la corte; súpolo toda España; desapareció la candidatura del pobre aventurero, a quien se dió en pago una credencial de primera, que es cuanto él ambicionaba, y se le dijo a don Simón: Puede usted ir a descansar tranquilo.

«¿Qué le habrá pasado, qué le habrán hecho a esta muchacha iba diciéndose mentalmente para que transija con semejante cambio? ¡Si esto es para ella la pobreza... qué barrio, qué portal y qué escaleraCon mayor celeridad de la que al parecer permitían sus años llegó al piso segundo y llamó, saliendo a abrirle una doncella cuyo limpio y fino aspecto contrastaba con lo pobre de la casa.

El salon de antigüedades artísticas no es ménos curioso, aunque comparativamente es pobre y subalterno.

Acudieron de golpe a su imaginación las impresiones de los seis meses de vida campestre; sintió algo parecido a la nostalgia, deseos vehementes de renovar los sencillos placeres que había disfrutado y anhelo de ver a Rosa. ¡Pobre Rosa!

El es quien me ha obligao a ponerme esos gorros traíos de Madrí, con los que estoy muy mal, lo conozco, hecha una mona de las que bailan en los organillos. ¡Con tan rica que es la mantilla!... El también el que ha comprao ese carro del infierno, el otomóvil, en el que voy siempre con miedo y que huele a demonios. Si le dejásemos, hasta le pondría sombrero con rabos de gallo a la pobre mamita.

»Esta vez fui recibida en la sala, pieza triste y pobre, sin otro lujo que el aseo, el cual relucía hasta en los damascos descoloridos de los muebles. Apareció el matrimonio a los pocos momentos de estar yo aguardando. La mujer era el mismo espectro de la otra vez, pero sin la calceta, aunque no por eso me pareció menos terrible.