United States or Costa Rica ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo primero que hería la mirada era la palidez plomiza de su semblante, acentuada por la negrura del capuz que le habían echado sobre los hombros. El bigote y la barba habían encanecido del todo. Avanzaba tieso, indómito, solemne, mirando hacia las nubes y pisando con fuerza, como el que marcha entero en la honra.

Un tropel de pájaros refugiados bajo las claraboyas de las naves revoloteaba en esta luz plomiza. Sus alegres piídos y el murmullo de sus alas sonaban como un remedo irónico de la alegre risa de la primavera. Maltrana pensó con horror en la posibilidad de un largo encierro en uno de estos ataúdes de mampostería.

Medio cielo era de ámbar y el otro medio de azul nocturno, en el que empezaban á parpadear las primeras estrellas. El golfo se adormecía bajo la capa plomiza de sus aguas, exhalando una frescura misteriosa que se comunicaba á las montañas y los árboles. Todo el paisaje parecía adquirir la fragilidad del cristal.

Ella contestó: «, pero ese es un engaño: el cielo está cerradoYo repliqué: «Pronto se abriráPoco a poco se fue cubriendo todo el paisaje, todos los colores habían desaparecido, no se veían otros tonos que el del blanco y el del negro: las montañas negras, el agua plomiza, la espuma plateada; las nubes cenicientas, albas nubecillas, nubecillas pálidas, nubes de color de hierro.

Sólo quedaba la pura emanación de la mente; y las ideas parecían brillar con más fuerza en la sombra, como las ascuas de los braseros. Dos días después sobrevino un hecho inesperado. Sería algo más de la una. Sentado, como de costumbre, junto a la ventana, Ramiro hojeaba al azar el Cordial, el Arte de bien morir, el Contemptus Mundi. La vidriera dejaba pasar una luz plomiza y melancólica.

Aquella gran cerrazón plomiza, aquella barca chorreando agua, aquel pobre febricitante arrebujado en un viejo capote de caucho que relucía bajo la lluvia como una piel de foca: jamás he presenciado nada más lúgubre. El frío, el viento y el vaivén de las olas no tardaron en agravar en su enfermedad al pobre aduanero. Lo acometió el delirio y fue necesario atracar.

Renazcan las antiguas virtudes severas, la mesa parva, la rica devoción, y que la mengua de las vestiduras nos haga llegar mejor a las carnes la saludable franqueza del viento. Había terminado y escupió varias veces. Entraron en la ciudad por la Puerta del Adaja. Las callejuelas estaban llenas de penumbra plomiza y temblorosa.

La tapia del cementerio se destacaba en la claridad plomiza del cielo como una faja negra del horizonte. No se veía nada distintamente. Los cipreses, detrás de la tapia, se balanceaban, parecían fantasmas que se hablaban al oído, tramando algo contra los atrevidos que se acercaban a turbar la paz del camposanto. En la puerta se detuvo el cortejo. Hubo algunas dificultades para entrar.