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Armóse un pleito, y el Rey se decidió en favor de Colón. ¿Por qué? Uno de los Pinzones murió de pesar. Fuera de esto, ¿quién había sabido levantar el grande obstáculo de la repugnancia religiosa, empleando toda su elocuencia, su destreza y perseverancia para decidir los ánimos en favor de la expedición? Colón y sólo Colón. El era el único creador de la empresa y fué asimismo su heroico ejecutor.

La limpieza de sus bolsillos era absoluta, y el crédito, apurado ya, faltaba. ¡Qué habría sido de ella si sobre estos horrores no apareciera un sol de vida y esperanza! ¡Ganar el pleito! La idea de un triunfo próximo le daba fuerzas para hacer frente a tantas humillaciones. Si el procurador le decía que había tarea para mucho tiempo, su descorazonamiento rayaba en desesperación.

»P.D. Celebro la buena marcha del pleito, aunque ignoro de qué se trataDos impresiones causó en don Silvestre la lectura de esta carta: con la primera, que fué de placer, hizo una pirueta; con la segunda se llamó «bárbaro». Hizo la pirueta, porque hallaba un amigo de campanillas que sirviéndole en el pleito, le proporcionaba motivo para ir á Madrid.

Para no hacer sospechar á la señorita de Porhoet la pérdida definitiva de su pleito, proseguía regularmente la exploración de sus archivos de familia. Descubría por intervalos en aquella selva de tradiciones y leyendas, rasgos de costumbres que despertaban mi curiosidad y transportaban por un momento mi imaginación á los tiempos pasados, lejos de la desconsoladora realidad.

Díganlo la C... comedia, El pleito del manto y las obscenísimas comedias Serafina y Tebaida, todo lo cual circulaba libremente, sin que los padres de familia se escandalizasen y sin que la Inquisición hiciese alto en ello.

Los doctores tienen siempre gran metimiento con los que gobiernan: en mi país, todos los amigos del Presidente son doctores... Mi pleito se resolvería «sobre tablas», como quien dice, sólo con que el rey enviase una esquelita al gobierno de Buenos Aires, o mejor aún, al gobernador de Salta, diciendo: «¿Qué es esto, señores? Lo dado, dado está, y entre caballeros no está bien faltar a la palabra.

Entre los presos hallábase cierto corregidor, de quien decíase que había sido más voraz que sanguijuela para sacar el quilo a los pueblos cuyo gobierno le estaba encomendado. La causa, entre probanzas, testigos, careos, apelaciones y demás batiborrillo de la chusma forense, llevaba trazas de dar tela para pleito durante tres generaciones por lo menos.

Cierta noche tuvo éxito prodigioso un muchachuelo al manifestar que Clementina, según datos irrecusables, gastaba pantalones de franela a raíz de la carne. Algunos de estos dichos llegaban a oídos de la interesada y la hacían empalidecer de ira, amargaban extremadamente su agitada existencia. El pleito era ya para ella una lucha personal con la Amparo.

, ya que estuvo Vd.; encontré su nombre escrito en todos los muebles. Examinando a una señora como testigo de un pleito, el juez le preguntó cuántos años tenía. 100 Treinta respondió. ¡Treinta! observó el juez. Hace tres años que declaró Vd. la misma edad en este juzgado. Es respondió ella que no soy de esas personas que hoy dicen una cosa y mañana otra. 105

Sabiendo que me juego la vida en el trance, figúrate lo que se me importará de la tuya si hay que ponerla en pleito porque se te haya ido un poco la lengua en todo el día, y por razón de ello no encontramos la casa por la noche en el sosiego y la tranquilidad que siempre tuvo a tales horasDicho todo esto con un cinismo feroz, marchóse, dejando a Facia más muerta que viva.