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Y adviértase que en las alabanzas de los señores que pasaren, que es mesa redonda , que cada uno de por hace cabecera, y que no es pleito de acreedores, que tienen unos antelaciones a otros.

Este pensamiento la consolaba en algo y se hacía vanas ilusiones. ¿Quién sabe? puede suceder un milagro: encontrarse ella doscientos cincuenta pesos debajo de la imágen de la Virgen; había leido tantos milagros parecidos. El sol podía no salir y no venir el mañana y ganarse entretanto el pleito.

Y el abuelo lloraba, hablaba de ahorcarse y dejarse morir de hambre. Si te vas, decía, vuelvo al bosque y no pongo los piés en el pueblo. Julî le calmaba diciendo que era menester que su padre volviese, que ganarían el pleito y pronto la podrían rescatar de la servidumbre.

Entretanto, volvió á escribir á éste, dándole cuenta de sus proyectos de viaje y explicándole al pormenor el estado y motivo de su pleito.

Por eso, al dicho de sus convecinos de que era el más listo de la familia, debemos añadir que fué el más desgraciado. Sus antecesores estaban, como él, atados al pleito; pero con fe, con gusto, sin el menor deseo de ver el mundo.

Pero andaban, a la sazón, mis pensamientos tan a flor de tierra, que no se me ocurrió elevar una súplica al único juez que podía fallar en justicia el pleito que me desvelada. »En estas idas y venidas, cuidaba mucho de no encontrarme con gentes conocidas, o de fingir que no las había visto, si el encuentro era inevitable. ¡Y cuántas de ellas vi!

No había, pues, otro remedio que tomar los acontecimientos como se presentaran. Y llegó así el día fatal; y aunque los cabildeos y la efervescencia no cesaron un instante, y don Simón votó con tal ira y tal ímpetu que arrancó carcajadas a las tribunas, el Gobierno perdió el pleito; y como no tenía a la mano un decreto dado por la regia prerrogativa, dióse por muerto y presentó su dimisión.

¿Y qué piensas hacer después de tanto desengaño como vas sufriendo y de tanto disgusto como vamos llevando de estos niquitrefes de levita? preguntó Juana, que no desperdiciaba ocasión de hablar de su pleito.

Y pensaba con tristeza en los miles de hombres muertos en aquellos montes y en otros de más allá; en todos los que dormían eternamente en las entrañas de la tierra vasca, por un pleito de familia, por una simple cuestión de personas, hábilmente explotada en nombre del sentimiento religioso y de la repulsión que siente el vascongado por toda autoridad que le exija obediencia desde el otro lado del Ebro.

Puedo decir que he tenido tanto éxito en los asuntos por tratados, que no he perdido ni un solo pleito. A pesar de tanto trabajo, aún me quedaba tiempo para asistir a las veladas literarias del excelente literato y cronista de la provincia don Juan Vila y del inspirado poeta Alejandro Harssem, barón de Mayals. En este período de cinco años escribí la mayor parte de mis poesías.