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Nuevas instrucciones en este sentido se mandan al inspector provincial de Chaumont. Plegó Delaberge tranquilamente el telegrama y se lo metió en el bolsillo. Su rostro expresaba una visible satisfacción. Señora Princetot dijo, marcharé mañana por la mañana y le agradeceré, lo mismo que al señor Princetot, que me preparen esta misma noche la cuenta...

Mas Psiquis dijo señalando al Cielo: «La palidez de ese astro me conturba; pronto, huyamos de aquí, pronto, es preciso.» Y de sus alas recogió las plumas con intenso terror, y sollozando, presa de pronto de invencible angustia plegó las alas, hasta el polvo frío lentas dejando descender las plumas.

Pero se plegó, sin embargo, por cierta mala vanidad, a una vida superficial, brillante, en la compañía de muchachos derrochadores que abandonaban los estudios o no los concluían nunca. Se acostumbró, así, a considerar la vida con optimismo irónico, y mientras calculaba hacer carrera más adelante, en la magistratura, frecuentaba el Jockey-Club, los cabarets y a las artistas.

Plegó Carmen el libro y quedóse muda, mirando a Salvador.

Esta, creyéndola dormida, o deseando que durmiera, se inclinó hacia Pepita, puso con lentitud y suavidad un beso sobre su blanca frente, le arregló y plegó el vestido sobre el cuerpo, entornó las ventanas para dejar el cuarto a media luz y se salió de puntillas, cerrando la puerta sin hacer el menor ruido.

Tiago se plegó al fin acordándose de que los estudiantes de Medicina andaban con los cadáveres á vueltas; hacía tiempo que buscaba un veneno en que templar la navaja de sus gallos y el mejor que sabía era la sangre de un chino, muerto de enfermedad sifilítica.

Plegó el bellísimo entrecejo Dorotea, y adelantó el labio inferior en un mohín desdeñoso. Aunque seas tan hermosa ó más hermosa que doña Clara, hija, te falta una cosa que á ella le sobra. ¿Y qué es lo que me falta? Ser fruto prohibido. Conmovióse profundamente la Dorotea, y sus ojos se arrasaron de lágrimas; al tío Manolillo se le desgarró el corazón.

Sin duda, el flexible y tornadizo espíritu de la mujer se plegó a unas amonestaciones como se había sometido antes a otras. ¿Supieron el fracaso del propagandista sus superiores jerárquicos? ¿Le consideraron inútil para desengañar del mundo a herederas de millones? Un día se notó su falta a la hora de la comida, los demás hablaron de él como miembro que se amputa, y luego le rezaron por muerto.

Réstame por deciros, que el mozo es un oro, que si su sangre pudiese honrarse, la honraría, y que es gran pena, que en vez de ser hijo á trasmano, no lo fuese de mi señora la duquesa doña Catalina. Y como me tarda que ésta llegue á manos de vuecencia, abrevio el tiempo poniendo punto final. Guarde Dios á vuecencia. Plegó esta carta, la cerró, y se fué hacia doña Catalina. ¿Lloráis? la dijo.

El desconocido suspiró, plegó sus labios con una sonrisa amarga y desdeñosa, y continuó su narración: «Aquel nombre, aquella gloria literaria que tanto había envidiado, en breve llegó a ser insuficiente para mi alma.