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Lo mismo fue verla Maximiliano, que se turbó cual si le hubieran sorprendido en un acto vergonzoso. «¿Qué buscas aquí, chiquilla sin vergüenza?». Por toda contestación, la rapaza le enseñó medio palmo de lengua, plegando los ojos y haciendo unas muecas de careta fea de lo más estrafalario y grotesco que se puede imaginar. , bonita te pones... Lárgate de aquí, o verás...

Adriana se lo representaba plegando las rodillas, abatido por el golpe mortal, con los ojos cegados por la sangre de la herida y murmurando una oración, puestos los labios sobre la cruz de la espada. ¡Cuánta melancolía insinuaba en su meditación aquella historia, ensimismada en el secreto como las cosas de la confesión!

La sorpresa de D.ª Robustiana fué inmensa al verla entrar por casa. ¡Señorita! exclamó con voz angustiada y plegando sus manos. No; no ha muerto respondió gravemente la señora comprendiendo la tácita pregunta que aquella exclamación significaba. Han llegado felizmente á Panticosa y parece que no está peor. No dijo más.

A la derecha, hay unos cisnes sumergiéndose en el agua; a la izquierda, una barca con dos jóvenes campesinos. Lo he comprado por la delicadeza del colorido tan sólo... Al señor Duque le gustan por lo visto los buenos cuadros dijo don Rufo plegando la boca hasta las orejas para sonreir. ¿Y a quién no le gustan? respondió el magnate clavando en él sus ojos muertos de besugo.

Ambas se miraron a los ojos y se declararon, con un chispazo, el odio que ardía en el fondo de sus almas. Pero habían cambiado las circunstancias. Amalia era cinco años atrás la dama más elegante y distinguida de la población, la única cuyo porte y refinamiento de costumbres trascendía a otra esfera más culta y espiritual. Fernanda la aventajaba ahora infinitamente. Aquélla había envejecido de modo ostensible. Entre sus cabellos se veían ya bastantes hebras plateadas; su tez, siempre pálida, había perdido toda su frescura; además, había perdido el deseo y el gusto para vestirse, se había ido plegando poco a poco bajo la presión de la sociedad ordinaria y cursi que la rodeaba, adaptándose a ella y descuidándose más y más de su persona. El contraste era, por lo tanto, más vivo. Bien lo advirtió la noble esposa del maestrante y se sintió humillada hasta el fondo de su ser. Una sonrisa de despecho contrajo sus labios mientras cambiaba con Fernanda los obligados saludos.

Rubín tragaba saliva y buscaba en el sitio donde tenemos el bigote algo que retorcer, y encontrando sólo unos pelos muy tenues, los martirizaba cruelmente. «Eso... según... dijo ella plegando su entrecejo . Me iría o no me iría...». ii Maximiliano quería saberlo todo.

Entonces, plegando el estandarte, se fué á tierra Doria con el esquife, abandonando el bajel á los forzados, que no tardaron en ponerlo á flote y unirse á las fuerzas de Piali. Fácil es calcular la influencia que el ejemplo del General tendría en las escuadras.

Poco á poco, en efecto, fué desapareciendo la palidez del rostro, que volvió á teñirse de vivo carmín. Los labios se fueron plegando para ocultar las dos filas de primorosos dientes que habían mostrado hasta entonces. Con el pañuelo se enjugaba el sudor del rostro y cuello. Tenía la cabeza cubierta de hierbas y hojas menudas que se habían enredado en el cabello.

Necesitaba mi emoción como un aplauso. Empecé á pensar en el ingeniero, luego en Olga, y fuí adivinando todos los actos de mi protector con algunos minutos de antelación. Casi fué un deporte agradable para ver cómo la realidad se iba plegando á mis inducciones. El automóvil abandonó las calles iluminadas, como yo había previsto.

El Sorsogon, que obedece las riendas de su timón con una precisión matemática, dobla el malecón del Sur plegando su bandera de saludos, con la que ha dado un cariñoso adiós al Marqués del Duero, una de las más hermosas naves de la Marina española.