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10 Con la multitud de sus caballos te cubrirá el polvo de ellos; con el estruendo de los caballeros, y de las ruedas, y de los carros, temblarán tus muros, cuando entrare por tus puertas como por portillos de ciudad destruida. 11 Con los cascos de sus caballos hollará todas tus plazas; a tu pueblo matará a cuchillo, y las estatuas de tu fortaleza caerán a tierra.

Mi cabeza era un volcán: todo lo oía, todo lo interpretaba y mi cuerpo se debilitaba en aquellas horas de agitación y de fiebre. ¡Buenos Aires entero, con sus calles y sus plazas y su movimiento de hormiguero, bullía en mi imaginación calenturienta!

Algunas veces también, en días de apuro, Mendoza solía pasarse por casa de su amigo y pedirle unos cuantos duros. Por lo demás, trascurrían a veces meses enteros sin verse. Poco después de terminar la carrera, Mendoza, que cada día era mejor mozo y se aplicaba con más ahínco a parecerlo, quiso hacer oposición a unas plazas de oficiales, vacantes en el Consejo de Estado.

Es tambien un depósito ó puerto de escala importantísimo, que hace juego con las plazas mercantiles del interior, Honda y Medellin, con la exportacion agrícola de Ocaña y Valle-Dupar, con las ferias comerciales de los pueblos del bajo Cauca y Magdalena, y con las ciudades de Cartagena, Barranquilla y Santa-Marta, por las cuales las ramificaciones del gran rio hacen girar el comercio exterior de Nueva Granada en su parte mas considerable.

Otros bellos edificios públicos son la casa de correos, el senado, la iglesia de San Francisco y los palacios del gobierno y de la municipalidad. Muchos monumentos erigidos a los héroes nacionales y a los de la independencia, lo mismo que varias plazas hermosas, se encuentran en distintos puntos de la ciudad y a poca distancia del centro.

Para un periódico semanal, y no de gran magnitud, la verdad es que bastaban los diez y nueve redactores que habíamos tenido el honor de fundarlo. ¿Con qué objeto, pues, se habían otorgado plazas de redactores honorarios a una porción considerable de muchachos?

Las calles son en lo general muy espaciosas, muchas de ellas cortadas en ángulos rectos, y casi todas con el suelo macadamizado. No faltan bellos paseos, grandes plazas muy bien mantenidas y abundantes mercados.

La muchedumbre callaba como los grandes públicos de las plazas de toros, cuando se aproxima la suerte decisiva. El tamborilero hacía sonar sus instrumentos como en un valle desierto. La gran masa hizo un paso adelante, y casi rompió la cuerda, cuando los dos barrenadores salieron al espacio libre.

Y en los brazos de estas Venus de plateados cabellos siguió recogiendo el merecido premio a su prudencia y bravura. Como el cartaginés Aníbal, Patiño sabía variar en cada ocasión de táctica, según la condición y temperamento del enemigo. Con ciertas plazas convenía el rigor, desplegar aparato de fuerza. En otras era necesario entrar solapadamente sin hacer ruido.

Estos remordimientos, esta compunción y este sonrojo por la culpa tenían, sin embargo, bastante de sabroso y de dulce. ¡Ay, cuán pronto se trocó todo ello en amargura cuando oyó Mutileder lo que en Jerusalén se decía de público en calles y plazas! Para saber lo que se decía conviene tomar las cosas de atrás y entrar en algunas explicaciones.