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Aquél conservaba en los modales y en las palabras, a pesar de sus veintitrés años, un sello infantil que a Clementina le placa sobremodo. La educación afeminada y solitaria que había tenido era la causa principal. Engañábasele con suma facilidad y divertíasele lo mismo.

Sostenía, no obstante, doña Lupe que el retrato de Jáuregui era una obra maestra, y a cuantos lo contemplaban les hacía notar dos cosas sobresalientes en aquella pintura, a saber: que donde quiera que se pusiese el espectador los ojos del retrato miraban al que le miraba, y que la cadena del reloj, la gola, los botones, la carrillera y placa del morrión, en una palabra, toda la parte metálica estaba pintada de la manera más extraordinaria y magistral.

Al otro día fué al paseo del Retiro y allí la halló. Desde entonces espió y siguió sus pasos con una constancia que revelaba el profundo sentimiento que embargaba su espíritu. Aunque tenía bien presente la fisonomía de su madre, el semblante de Clementina Salabert se lo traía a la memoria con mayor energía. Esto le producía vivo dolor, en el cual se placa, aunque parezca paradójico.

Una placa de esmalte con un águila, fija en una de sus solapas, revelaba á los demás mortales su condición de general. Pero un día se mostró en los salones del antiguo palacio del obispo, convertido en comandancia de armas, vistiendo el deslumbrante uniforme. Somos débiles, Sandoval dijo melancólicamente . Me lo he puesto para dar gusto á la generala.

Esa agua que cae resbalando por la piedra, y que el sol hace brillar, aparece á lo lejos como una placa de pulido metal.

Les costó trabajo desembarazarse de Cobo Ramírez, que había olido algo de cena y deseaba ser de la partida. Ramón dió un codazo a Castro para manifestar que no le vería con gusto en ella. Este, a quien tampoco placa el carácter desvergonzado del primogénito de Casa-Ramírez, hizo lo posible por desprenderse de él engañándole. El terror de los maridos estaba de muy mal humor.

Esto y el breve tupé acompañado de mechoncillos sobre las orejas estaban declarando a gritos que el remate y coronamiento de tan singular cabeza había de ser uno de aquellos ingentes morriones de base estrecha y anchísima tapa, visera menuda y carrilleras de cobre suspendidas a los lados de la placa frontal.

Lo primero que llamó la atención de Gallardo fue el toro: un animal de madera y juncos montado sobre ruedas, con cola de estopa, la cabeza de paja trenzada, una placa de corcho en el lugar del cuello y un par de cuernos auténticos y enormes, que infundían espanto a los alumnos.

A su hospitalidad acudían lo mismo por blanco pan el miserable que el alma desolada por el bálsamo de la palabra que acaricia. Su corazón reflejaba, como sensible placa sonora, el ritmo de los otros. Su palacio era la casa del pueblo. Todo era libertad y animación dentro de este augusto recinto, cuya entrada nunca hubo guardas que vedasen.

Todo terminó con una placa de bronce heroico sobre su sepulcro, dedicada por sus amigos, con unas líneas laudatorias, resistentes a las lluvias, al sol y a la acción corrosiva del tiempo, que al fin acabará con ellas.