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José Luis, que había interrumpido intrigado por aquel mudo lenguaje una relación sobre costumbres típicas en el sur de España, la reanudó al momento. Su charla era chispeante, llena de comparaciones pintorescas y de reflexiones chistosas que intercalaba con evidente propósito de matizar más brillantemente su relación. Pero se advertía que algún episodio de efecto lo contaba ya de memoria.

En su suelo, sumamente risueño y fértil y admirablemente cultivado, llama mucho la atencion la baja y pequeña cadena de montañas del Jorat. Esta, con sus graciosas inflexiones, determina no solo el sistema hidrográfico del Canton, sino tambien las mil ondulaciones pintorescas de los vallecitos y colinas, los planos inclinados y montuosos y las entrecortadas planicies de la parte central del país.

Doña Elvira acogía con una sonrisa traidora su charla incesante en un español trabajoso; los gritos de asombro que le arrancaba el haber visto tantas iglesias, tantos frailes y curas, tantos mendigos, los campos cultivados como en los tiempos prehistóricos, las costumbres bárbaras y pintorescas, las plazas de ciertas poblaciones llenas de hombres con los brazos cruzados y el cigarrillo en la boca, esperando que fuesen a alquilarles.

»Y vea usted lo que son las cosas: cifrando en este método de vida todos mis goces, esos buenos señores de Peleches creen prestarme un gran servicio aliviándome de vez en cuando de lo que ellos juzgan pesada carga para . ¡Pesada carga conversar con Nieves, recoger sus impresiones de artista y de mujer observadora, y sus confidencias siempre originales y espontáneas y tan pintorescas como todo lo que brota de su luminoso pensamiento!

En el fondo y hácia la izquierda están: la puerta principal, que da sobre la hermosa «plaza de Palaciola Aduana, el palacio de las Bellas Artes y la Bolsa; y luego se destaca la colosal muralla hácia el sur, sirviendo de base á un vasto parapeto, dominado par una larga fila de casas espléndidas, elevadas, pintorescas, que tienen el aire de palacios de la clase media.

Cien años despues ¿no tuviste aun en el trono de los califas á ese magnánimo Abd-el-rhaman III, que despues de haber llevado sus armas vencedoras al interior de Castilla, al Africa, al Egipto, construyó junto á tus muros los palacios de Medina Azarah y te arrulló al melodioso son de los sublimes cantos que inspiró á tus poetas? ¿No viste á poco brillar de nuevo la estrella de Augusto en la frente del generoso el Hakem, de ese el Hakem II de quien dijeron los árabes que habia logrado convertir en rejas de arar tus armas, en pacíficos labradores tus guerreros? ¿No viste entonces cubrirse de flores tu campiña; de numerosos rebaños, las cumbres de tus cerros; de una rica vegetacion, las faldas de tus colinas pintorescas; de sabios, tus alcázares dorados; de peregrinos, tu mezquita djehma; de oro, tus robustas arcas?

Cruzamos a galope esta maravillosa y pequeña ciudad, una de las más pintorescas de Francia, con sus balcones esculpidos y barrigudos avanzando hasta el centro de las calles estrechas, con sus vetustas casas renegridas, de puertas pequeñas, moriscas, ojivales y bajas, que nos recuerdan los tiempos de Guillermo Court-Nez y de los sarracenos. A aquellas horas no había aún nadie en la calle.

Desde el interior del cuarto, sólo se veía el muro de la torre de la Catedral, pues la calle que mediaba era sumamente estrecha; pero cuando me asomé al balcón, grata fué mi sorpresa al hallar que había delante del famoso templo una plazoleta con árboles, y que como aquella era la parte más alta de la ciudad, dominaba la vista las extensas y pintorescas vegas del contorno.

Estas mujeres venían a constituir algo así como la resaca de Europa. La guerra las había arrojado a estas playas pintorescas, y aquí siguen, ya algo familiarizadas con las costumbres de los indígenas.