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En los primeros números, después de la llegada del magnate, El Joven, francamente hostil ya a él, se contentaba con ridiculizarle bajo nombres transparentes, como pintor y pescador, y hasta como hombre político, insinuando la idea de que el Duque era un personaje desprestigiado de Madrid, rechazado por la corte y sin influencia con el Gobierno.

Es muy bien parecido decía a las mujeres de las Claverías, con el entusiasmo que le inspiraba todo hombre . Me gusta verle al lado de don Gabriel y oírles cuando hablan paseando por el claustro. Parecen dos grandes señores. Su madre le puso Martín, sin duda porque se parece al San Martín de ese pintor que llaman el Greco y que está en no recuerdo qué parroquia.

Marcela, la hija del pintor, era por estos tiempos una linda niña de cinco años, que tenía la misma frente serena y seria de su padre, cautivando, además, por el gentil donaire de su graciosa personita. La señora de Montauron declaró ex cáthedra que tenía aire de española.

Si no desagrada á vuestra merced, señor Bartolomé, ese cuadro puede quedar ahí, porque, ó la vista nos engaña, ó casi decimos á vuestra merced que vuestra vírgen hace al convento. No quedará ahí, con permiso de vuestras reverencias, contestó el pintor.

Sin embargo, en el fondo de su alma aunque no quisiera confesarlo había una leve preocupación, algo que le escocía. Este escozor fue el que le obligó a encaminar sus pasos al Ateneo en vez del café de Fornos. Un célebre crítico de arte estaba dando en aquel centro unas conferencias acerca del pintor Velázquez.

Eran las dos: el señorito se estaba levantando en aquel instante. Y su padre se retiraba furioso. Pero ¿cuándo pintaba este pintor?... Había intentado al principio conquistar un renombre con el pincel, por considerar esto empresa fácil.

Simpatía desde luego... Cuanto a consejos, son siempre muy delicados en estas materias... Yo no quisiera verte dar un paso en falso... Ante todo es necesario saber si la señorita de Sardonne participa de tus ideas. Las ignora absolutamente repuso el pintor.

Torquemada le miró sin contestar al saludo y pensaba así: «El pobre está más tísico que la Traviatta. ¡Lástima de muchacho! Tan buen pintor y tan mala cabeza... ¡Habría podido ganar tanto dinero!». Ya ve usted, D. Francisco, cómo estoy... con este catarrazo que no me quiere dejar. Siéntese.... ¡Cuanto le agradezco su bondad!

Roussel y Mauricio volvieron á emprender su plan de vida ordinario, en apariencia al menos, porque, en realidad se había producido entre ellos una causa de molestia. El pintor no buscaba, como en otro tiempo, la presencia de su padrino, é, instintivamente, Fortunato estaba retraído.

El pintor, que debía empezar a mediodía el retrato de la baronesa, se ocupaba en preparar su paleta.