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Con harta razón se ha escrito que el famoso pintor Luís de Vargas regeneró la escuela sevillana, pues su obra fué de las que más influyeron en el siglo XVI en sus contemporáneos, gloria que con él compartieron Flores y el célebre maese Pedro de Campaña.

Un pintor se ha convertido en un monarca; un pobre soldado insepulto, un pobre cadáver, se ha tornado en héroe. ¿Y creeis que eso ha podido hacerlo la gentilidad? ¡No!

Jacques prorrumpió en una exclamación de alegría, corriendo hacia Pedro, a quien la cordial acogida del pintor certificó en seguida de la discreción de Beatriz.

Recuerdo que, viviendo yo en la ilustre y veterana Pilares, vinieron a visitar la urbe mis amigos madrileños Juan Lirio, pintor, y Pedro Lario, que no lo que era; él decía que espenceriano. Les acompañé como guía.

Mil quinientos duros. No tengo más, aunque me lleve a la cárcel. No, no quiero hacer eso. Si me da Vd. ese dinero estaré satisfecho. 75 El prendero pagó y escondió el cuadro en la tienda, esperando al comprador. Pasó un día, una semana, un mes y no pareció. Entonces llamó a un pintor amigo, y le dijo: ¿Qué le parece a Vd. este cuadro? 80 Hombre, no es malo. ¿Lo quiere Vd. comprar? No, señor.

Encontraron a la señora de Montauron haciendo una labor cualquiera en una inmensa sala tapizada de blanco y en cuyas paredes campeaban antiguos retratos de familia: Beatriz, entretanto, leía un diario. No tuvo el pintor necesidad de reflexionar mucho para decirse a propio que, si la elección le hubiese sido permitida, no habría sido seguramente la señora de Montauron la retratada.

Sobre la escuela de este gran pintor, dije cuatro palabras en presencia suya; noté que me miraba con cierta sorpresa y maravilla; nos despedimos, ofreciéndonos mútuamente nuestras habitaciones en Paris, y seguramente no esperaba yo tener hoy el gusto de verme agasajado por su visita.

Y también lo quedó Filipo, El Grande, pues a su modo recompensó al pintor dictando la siguiente orden: «A Diego Velázquez, mi pintor de Cámara, he hecho merced de que se por la despensa de mi casa una ración cada día en especie como la que tienen los barberos de mi Cámara, en consideración de que se ha dado por satisfecho de todo lo que se le debe hasta hoy de las obras de su oficio; y de todas las que adelante mandare haréis que se note así en los libros de la casa.

Es una llaga que sólo se pura con aquel bálsamo; ¿Crees que hago bien ó mal? Pregunté á mi mujer, mirándola con atencion, como para adivinar sus intenciones. Mi mujer contestó: Creo que haces muy bien. En el Hotel de Bilbao, de que hice mencion al principio de estos apuntes, he tenido, la satisfaccion de conocer al brigadier Rotalde, tan excelente caballero como buen pintor.

Después, al momento que la vio entrar, corrió la mujer del pintor al encuentro de su amiga preguntándole con grande inquietud: ¿Qué hay?.... ¿qué ocurre? Hay en primer lugar que te traigo las excusas del marqués de Pierrepont, y además la seguridad de que en adelante no nos hará sonrojar la amistad que le profesamos.