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Tiene un gran libro lleno de dibujos, representando paisajes, ruinas, trajes, tipos, edificios que ha pintado en esas lejanas tierras; y en varias hojas ha escrito en verso y prosa mil hermosos pensamientos, observaciones y descripciones llenas de grandiosa y elocuente poesía. ¿Comprendes que pueda y sepa hacerse amar?

Entre los manuscritos de la misma biblioteca de Osuna, cuéntanse las comedias siguientes de Andrés de Claramonte: De lo vivo á lo pintado. El mayor Rey de los Reyes. El tao de San Antón. El horno de Constantinopla. El atahúd para el vivo y el thálamo para el muerto. De los méritos de amor el silencio es el mayor.

Todo esto me lo figuraba yo con tal viveza y lo veía con tal hermosura, que, no lo dude Vd., si yo llego a ver y a tratar a esas mujeres de que Vd. me habla, lejos de caer en la adoración y en la locura que Vd. predice, tal vez sea un desengaño lo que reciba, al ver cuánta distancia media de lo soñado a lo real y de lo vivo a lo pintado.

Sin recoger la broma, puse en las manos de Genoveva mi recuerdo de año nuevo, que era un velillo de butaca, pintado a mano. Genoveva pareció contenta de mi trabajo, y fui dichosa al ver su placer. ¿Y las cartas? dijo la de Ribert. Pensemos en las cosas serias... Iba a abrir una cuando se presentó Francisca.

Dos días antes de la salida, confesó con el padre Pintado; expurgación larga, repaso general de conciencia desde los tiempos más remotos. La preparación fue como la de un examen de grado, y el capellán tomo aquel caso con gran solicitud y atención. Allí donde la penitente no podía llegar con su sinceridad, llegaba el penitenciario con sus preguntas de gancho. Era perro viejo en aquel oficio.

Sancho, que vio tanta gente en cueros, quedó pasmado, y más cuando vio hacer tienda con tanta priesa, que a él le pareció que todos los diablos andaban allí trabajando; pero esto todo fueron tortas y pan pintado para lo que ahora diré.

El niño estaban tan mimado, que la fundadora del establecimiento tuvo que tomar cartas en el asunto, amonestando severamente a sus amigas y cerrándoles la puerta no pocas veces. En los últimos días de aquel infausto año, entráronle a Jacinta melancolías, y no era para menos, pues el desairado y risible desenlace de la novela Pitusiana hubiera abatido al más pintado.

¡Cuánto dilata el día!, porque mañana quiero galopar diez cuadras sobre un campo sembrado de cadáveres. Tal como lo hemos pintado era en 1825 la fisonomía política de la República cuando el Gobierno de Buenos Aires invitó a las provincias a reunirse en un congreso para darse una forma de gobierno general.

¡Cómo! ¿Por qué? Porque debo ochocientos cincuenta francos. Vi el conflicto pintado en el semblante de aquel hombre; aquel hombre no me engañaba; era un amigo mio; sobre todo, era un hombre honrado, la vergüenza quemaba sus mejillas, y no me fué dado vacilar. No quise, ni pude. Un hombre que tiene corazon, no vacila nunca en tales momentos. Mi mujer no se habia levantado aún.

Uno se había pintado rayas en el rostro, otro anteojos, aquél bigotes, cejas y patillas con tan mala maña, que toda la cara parecía revuelta en heces de tintero. Los pequeñuelos no parecían pertenecer a la raza humana, y con aquel maldito tizne extendido y resobado por la cara y las manos semejaban micos, diablillos o engendros infernales.