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Pilar estaba muy agitada, y ardía de sed; a cada paso Lucía le llegaba a los labios el pistero de agua de goma, previamente templada en una estufilla. Por la tarde vino Duhamel, y se cercioró de que los revulsivos habían logrado aclarar un poco la voz de la enferma y facilitar su respiración congojosa. No obstante, la calentura era alta, el sudor se había suprimido.

9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y el sacerdote Elí estaba sentado sobre [una] silla junto a un pilar del templo del SE

Todavía esta fuente tenía otro mérito y prestaba otro notable servicio, porque, además de un gran pilar en que iban a beber y bebían todas las bestias de carga y de labor y los toros, vacas y bueyes, y además de otro pilar bajo, que solía ser abrevadero del ganado lanar y de cerda, llenaba con sus cristalinas ondas un espacioso albercón cercado de muros que lo ocultaban a la vista de los transeúntes, adonde iban las mujeres a lavar la ropa, remangadas las enaguas hasta los muslos y metidas en el agua hasta la rodilla, como por allí es uso, aun en el rigor del invierno.

Estuvo en el Retamal y en el Llanete, que está junto, donde le descalabraron dos veces; fué á la fuente de Genazahar y al Pilar de Abajo; subió al Laderón y á la Nava, y extendió sus excursiones hasta el cerro de Jilena y el monte de Horquera, poblado entonces de corpulentas y seculares encinas.

Una vez, hombre... anda. Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica.

Usted aseguraba que mi presencia le traía regocijo.... Pues... ya me he acostumbrado a pensar cosas tan negras como usted.... Y a desear la muerte. Si no fuese por lo que espero... me daría el mejor rato del mundo el que me pusiese donde está Pilar. Yo era fuerte y sana.... Ya no tengo ni una hora buena. Esto ha sido como si un rayo me abrasase toda.... Es un azote de Dios.

Si hacía sol, Lucía y Pilar bajaban al jardinete y pegaban el rostro a los hierros de la verja; pero en las mañanas lluviosas quedábanse en el balcón, protegidas por los voladizos del chalet, y escuchando el rumor de las gotas de lluvia, cayendo aprisa, aprisa, con menudo ruido de bombardeo, sobre las hojas de los plátanos, que crujían como la seda al arrugarse.

Pilar Balsano fumaba, haciendo figuras, otro cigarro no tan fuerte, pero tan largo como el de la duquesa, y Carmen Tagle se desquijaraba chupando un entreacto que se mostraba algún tanto rebelde. Está visto que no tira dijo de pronto.

El señor arcipreste: le señalé dónde había sido, miró, y dijo: «¡Pronto, a cerrar! ¡que no entre nadie... que no pase nadie por ahí! Es el pilar del lado de la Epístola. Vaya, este es el acaboseYo volví a mirar, y ¿se acuerda usted de que los pilares son como unas columnas cuadradas, grandes, muy grandes?

Pilar dudó buen rato, como los niños ante una bandeja de dulces diversos; por último se decidió, eligiendo dos gotitas de agua para las orejas, y un espejo portátil de oro cincelado, joya caprichosa y novísima, que se colgaba de la cintura y sólo la sueca llevaba aún en Vichy.