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Al frente del rebaño humano iba un sargento y á retaguardia varios soldados con el fusil al hombro. ¡Adelante los reservistas!... Y un bramido musical, una melopea grave, amenazante y monótona surgía de esta masa de bocas redondas, brazos en péndulo y piernas que se abrían y cerraban lo mismo que compases. Roberto entonaba con energía el guerrero estribillo.

A la hora, ya estaban remediados aquellos infelices, y otros que se agregaron, inducidos del olor que por toda la parte baja de la colmena prontamente se difundió. Y el Señor hubo de recompensar su caridad, deparándole, entre los mendigos que al festín acudieron, un lisiado sin piernas, que andaba con los brazos, el cual le dio por fin noticias verídicas del extraviado Almudena.

En la puerta encontraron á Homobono Pereda, que era un muchacho de veintidós años con las piernas torcidas y cara de niño llorón. En Vegalora le llamaban el Feto.

Despues de mediar un entreacto de orquesta, asoma el tenor. Este tenor es un hombre muy alto, delgado, inmóvil, con un gran bigote tan inmoble como sus piernas. Cantó con voz llena y poderosa; pero en aquel sonido no habia más que voz. Sigue al tenor la dama de carácter ligero, calificacion que la viene de molde, atendido el contínuo movimiento de sus piés.

Acababa de abrirse la puerta y el doctor salió del cuarto de su hija. El sombrío semblante del señor de Avrigny adquirió una expresión de severidad terrible al ver a Amaury ante . El joven sintió que sus piernas flaqueaban y cayó de hinojos pronunciando con ahogada voz esta palabra: ¡Perdón!

Cuando había empezado esta conversación tratando de las golondrinas, Paca había dicho a Anís, que sentado en el suelo entre sus hermanas con las piernas cruzadas parecía el Gran Turco en miniatura. Anís, ¿sabes lo que dicen las golondrinas? Yo no; no me jan jablao.

En las piernas no llevaba más que unas polainas de brocado azul estrechamente ceñidas a las pantorrillas y tobillos; hubiérase dicho que aquella mañana se le había olvidado ponerse los pantalones, pero eran tan señoriles sus modales, que disimulaban por completo la pretendida falta de aquéllos. Aunque de gravedad espartana, era persona fina y hablaba con facilidad el inglés y el francés.

Don Eugenio andaba sin saber adonde dirigirse. Le temblaban las piernas, pasaban tenues nubecillas ante sus ojos y veía confusamente a los dueños de las tiendas, que le seguían con un gesto de compasión o le llamaban con amistosas señas.

, ven; mira que el mejor día sabrás que me dió un supiritaco y estoy de muerte, o enterrado, y que no volverás a ver a tu maestro. no quieres creer que ya estoy viejo. Pues, hijo mío, ¡nada más cierto! Las piernas están más débiles cada día; la cabeza no anda de lo mejor.... ¡Ya es tiempo! ¡A mi edad todo es decadencia!

Y, dejando la ropa que lavaba a otra compañera, sin tocarse ni calzarse, que estaba en piernas y desgreñada, saltó delante de la cabalgadura del paje, y dijo: -Venga vuesa merced, que a la entrada del pueblo está nuestra casa, y mi madre en ella, con harta pena por no haber sabido muchos días ha de mi señor padre.