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21 Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama. 22 En su cerviz mora la fortaleza, y delante de él es deshecho el trabajo. 24 Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo. 25 De su grandeza tienen temor los fuertes, y de sus desmayos se purgan. 27 El hierro estima por pajas, y el acero por leño podrido.

Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y á lo largo de la ribera de piedra, puestas en fila, estaban las bestias á la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes agitadas por nerviosa inquietud; caballos de labor, fuertes pero tristes, cual siervos condenados á eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos á todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro.

Baste decir que la dura piedra semejaba trenzados de cuerdas como si fuese cáñamo, y hasta calados de encajes, como si fuera lino.....

La primera piedra debía de colocarse el día 24 de Enero, con asistencia del prelado, el gobernador, varias dignidades del cabildo catedral de Lancia y muchas personas notables de la provincia. Estábamos a 23.

En lugar del sonido claro y alegre que solíamos oir, el torrente lanzaba continuo mujido, el de los escombros que chocaban unos con otros y rodaban por su lecho. En la primavera, en la época anual de la renovación terrestre, es cuando ve uno como se verifica esa prodigiosa labor destructora. Además, inmenso é invisible trabajo se produce en la misma piedra.

No hollaba un transeúnte el pavimento, que resonaba con solemnidad, y cuando menos lo pensaban las dos expedicionarias, les cerró el paso una iglesia, la de Santa María Magdalena, alta, muda, con pórtico de ojiva, donde la luz de los faroles dibujaba los vagos contornos de los santos de piedra que se miraban inmóviles.

Bien pronto Saint-Pol, dominado por sus grandes edificios negros y sus campanarios de piedra, se presentó vago e incierto a través del vapor que ascendía de las aguas, después se dibujó de una manera más precisa, cuando los pálidos rayos del sol de noviembre arrojaron el aire espeso y húmedo de la mañana.

Ella sacudió la cabeza; pero en el mismo instante dos lágrimas destacábanse lentamente de sus grandes ojos: sintiólas correr sobre sus mejillas; hizo un gesto de despecho, luego arrojándose repentinamente sobre la cruz de granito, cuya base le servía de pedestal, abrazóla con sus dos manos, apoyó fuertemente su cabeza contra la piedra, y la sollozar convulsivamente.

Sobre la puerta estaba el escudo de armas, de piedra también, donde figuraban leones y perros, calderas, barcos y castillos y multitud de monstruos y de otros objetos simbólicos que para los versados en la utilísima ciencia del blasón daban claro testimonio de su antigüedad y sublimidad de su prosapia.

Para él un hombre valía menos que una piedra del camino; aquella bestia feroz usaba magistralmente todas las suertes de matar al enemigo: con bala, con navaja; frente a frente, si tenían agallas para ir en su busca; a la espera y emboscado, si eran tan recelosos y astutos como él.