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La piedra, el hierro y el ladrillo, son sustituidos por la caña, la nipa, y la palma brava, los cuidados jardines, por las revueltas y compactas agrupaciones de plátanos, bongas y cañas; mezclándose las mansiones de recreo, con centros manufactureros, en los que predominan las alfarerías, las canteras y las cordelerías.

Para entretener la espera, iba repasando con la vista las bellezas y defectos de la portada, comentándolos en alta voz, como si quisiera hacer testigos de sus juicios a los bancos de piedra de la plaza y sus tristes arbolillos.

Eres una personilla delicada, muy delicada, quizás de inmenso valor; pero ¡qué demonio!, pon un arpa en manos toscas... ¿qué harán?, romperla.... Porque tu constitución débil no te permita romper piedra y arrastrar tierra como esas bestias en forma humana que se llaman Mariuca y Pepina, ¿se ha de afirmar que no sirves para nada? ¿Acaso hemos nacido para trabajar como los animales?... ¿No tendrás inteligencia, no tendrás sensibilidad, no tendrás mil dotes preciosas que nadie ha sabido cultivar?

¿No sabes que dijo D. Teodoro que los que nos criamos aquí nos volvemos piedras?... Yo no quiero ser una piedra, yo no. Yo... ¿para qué voy? dijo la Nela con amargo desconsuelo . Para ti es tiempo, para es tarde. La Nela dejó caer la cabeza sobre su pecho y por largo rato permaneció insensible a la seductora verbosidad del futuro Hipócrates.

En mis ensueños de hombre curioso, me convierto en un ser pequeñísimo, de algunas pulgadas de alto, como el gnomo de las leyendas, y saltando de piedra en piedra, insinuándome por debajo de las protuberancias de la bóveda, observo todos los confluentes de los arroyuelos en miniatura, y remonto los imperceptibles hilos de agua, hasta que convertido en átomo, llego por fin al punto donde la primera gota de agua rezuma en la piedra.

Las dos grandes tiraban piedra de cada setenta libras; las otras como ribadoquines.

Hay piedra en que un hombre en pie envía un rayo desde sus labios entreabiertos a otro hombre sentado.

La escuela estoica, que iluminó el ocaso de la antigüedad como por un anticipado resplandor del cristianismo, nos ha legado una sencilla y conmovedora imagen de la salvación de la libertad interior, aun en medio de los rigores de la servidumbre, en la hermosa figura de Cleanto; de aquel Cleanto que, obligado a emplear la fuerza de sus brazos de atleta en sumergir el cubo de una fuente y mover la piedra de un molino, concedía a la meditación las treguas del quehacer miserable y trazaba, con encallecida mano, sobre las piedras del camino, las máximas oídas de labios de Zenón.

-Eso mesmo es lo que yo digo -respondió Sancho-: que también la hallé yo, y no quise llegar a ella con un tiro de piedra; allí la dejé y allí se queda como se estaba, que no quiero perro con cencerro. -Decidme, buen hombre -dijo don Quijote-, ¿sabéis vos quién sea el dueño destas prendas?

Manda pues fortificar el šepulchro hašta el dia tercero: porÿ no vengã šus Dišcipulos de noche, y lo hurtë, y digã al Pueblo, Rešušcitò de los muertos: Y šerá el poštrer error peor ÿ el primero. Dizeles Pilato,^ la guarda teneys: id, fortificad como entendeys. Y yendo ellos, fortificaron el šepulchro con guarda, šellando la piedra.