United States or Palau ? Vote for the TOP Country of the Week !


El cochero de don Agapito los había echado a perder enteramente; sobre todo el Gallardo, el de la izquierda, ¿sabe usted? un poco más obscuro que el otro... Aquél era una cosa perdida. Si cae en otras manos, a estas horas no vale dos pesetas. Hoy es mejor que el otro todavía... Cuestión de paciencia, ¿sabe usted? añadió con fingida modestia.

Magnífico estudio del cautivante problema de la herencia mendeliana, visto desde los trabajos de investigación hechos por la escuela de Morgan. W. B. Scott. =La teoría de la evolución.= Un tomo, 8 pesetas. Exposición y crítica del estado actual del problema de la evolución, siempre candente.

Al ejército lo seducimos y lo traemos habilidosamente a nuestra causa; al Gobierno le engañamos, y a vosotros los masones de bulla y gallardete os compramos a razón de dos pesetas por barba. Ea, ya lo sabes todo; ya puedes ir con el cuento.

Sus mejillas se colorearon y respondió con voz alterada entre dudando y afirmando: Quince mil pesetas. La expresión alegre y triunfal del rostro de la dama se trocó instantáneamente en otra de cólera y despecho. ¡Quita!, ¡quita allá, puerco! exclamó furiosa dándole un fuerte golpe en la cara con el lujoso manguito . No piensas más que en el dinero.... No tienes ni pizca de delicadeza.

Comprendió que era necesario cambiar de todo en todo sus costumbres, reducir al último grado posible sus necesidades y vivir modestamente atenido al sueldo que felizmente la previsión de su padre le había alcanzado. No obstante, estos sanos propósitos estaban tan frescos que se borraron al contacto de las ocho o diez mil pesetas que la almoneda de su casa le produjo.

A la derecha se encuentra la casa donde se fabrican las pocas pesetas buenas que hay en España. A la izquierda está la que proporciona las pocas novelas bellas; la casa de D. Benito Pérez Galdós. Todos los españoles saben lo primero: muy pocos somos los que tenemos noticia de lo segundo.

D. Salustiano tenía una convicción en la vida: la de que nunca se gana a la ruleta, y he aquí que una bola ciega, un azar incomprensible, acaba de destruir esta convicción. ¿Qué le queda ahora a D. Salustiano? Nada más que las 500 pesetas. En lo futuro, su existencia carecerá de todo sostén ideal, y será una cosa baldía... Juéguese usted las 500 pesetas a una docena le aconsejo.

Escaso era el trabajo; mas por él le daban tan sólo dos pesetas diarias, con las cuales realizaba el milagro de vivir, agenciándose comida y lecho, y no se dice casa, porque en realidad no la tenía.

Como ocupaba la mejor habitación de la casa y pagaba cinco pesetas, se creía con derecho a mantenerse constantemente en una actitud rígida. No sólo doña Mónica y la doméstica, sino también los otros huéspedes sentían el peso de su autoridad inflexible. ¿Será aventurado el suponer que Freire en el fondo del alma despreciaba a sus compañeros?

En una tarde de «trabajo», cualquier mendigo un poco acreditado saca de ocho a diez pesetas, es decir, el sueldo de jefe de tercera de cualquier negociado, y no tiene que aherrojarse en la covachuela, ni ponerse los manguitos, ni tocarse con un gorrito absurdo.