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Entonces la hermosa Quiteria, sin responder palabra alguna, turbada, al parecer triste y pesarosa, llegó donde Basilio estaba, ya los ojos vueltos, el aliento corto y apresurado, murmurando entre los dientes el nombre de Quiteria, dando muestras de morir como gentil, y no como cristiano. Llegó, en fin, Quiteria, y, puesta de rodillas, le pidió la mano por señas, y no por palabras.

¡Imposible! replicó éste después de observar con gran fijeza a Nieves que parecía algo pesarosa de su arranque . Y ¿por qué ha de serlo? ¿Qué motivos hay para que lo sea? Hasta ahora todo te parecía simpático en él. La mayor tacha que le ponías era su lenguaje; y no porque te sonara mal, sino por extrañarte el sonido. ¡Bien poca cosa tenías que tacharle!

Alborotáronse las damas con el cuento de Diógenes y Currita, pesarosa de haber dejado escapar en la explosión de ira algo que la convenía tener muy guardado, apresuróse a seguir la broma, diciendo: Pues mira, Diógenes, quizá tenga algo de verdad tu historia, porque a me contaron con respecto a la formación del hombre otra muy parecida.

Antonia hizo ademán de retirarse en el acto, pero comprendiendo que, si se marchaba de aquel modo, parecía rehuir la presencia de Leoville como si se sintiese pesarosa de su dicha, se detuvo y volviendo la cabeza le dijo, sonriendo de un modo encantador: ¿Es usted feliz ya, Amaury? ¡Mucho, Antoñita!

Con aire de contrariedad dirigió sus pasos hacia su pupitre, y le dijo en breves y frías palabras, que estaba ocupado y que deseaba estar solo. Levantada, Melisa, tomó la silla abandonada y sentándose a su vez, escondió su cabeza entre las manos. Alzó de nuevo la vista, y ella permanecía aún allí, de pie; le estaba mirando a la cara con expresión contristada y pesarosa. ¿Le has muerto? exclamó.

La mujer se mostraba pesarosa en extremo; parecía dolerse también de tener que manifestarse agradecida a quien consideraba inferior a su casa; calculaba la ofensa hecha a Félix, y, sobre todo, no perdía ocasión de repetir a su marido que Aldea estaba enamorado de Josefina. A pesar de todo, el disgusto tomó en Margarita un aspecto distinto del que pudieran prestarle tales consideraciones.

Conmoviose hondamente ante las muestras de abnegación de los que la rodeaban, y enternecida y pesarosa, dijo, mientras a sus labios asomaba, para extinguirse en el acto, una fugitiva sonrisa: Está bien: me sacrifico. Debo a todos una reparación y quiero demostrar que no siempre soy caprichosa y egoísta. Papá, no bailaré.

Esta se la dio con sentimiento, mostrándose pesarosa de la soledad en que hasta el próximo día quedaba en sus palacios, habitados por sombras de chambelanes y otros guapísimos palaciegos. Que estos, ante los ojos de los demás mortales, tomaran forma de gatos mayadores, a ella no le importaba.

Cuando regresaron, ella desalentada y pesarosa, él tieso y humeante, D.ª Laura recibió a su digno esposo con endemoniado gesto, y le dijo: «Quita allá; vicioso... Ya tenemos la chimenea encendida. ¡Contenta me tienes! , con mirarte al espejo y chupar el maldito coracero, crees que no hace falta nada más. Mejor trabajaras...». Capítulo VIII Don José y su familia

¡Buena manera de alentar a los pobres! Es que yo quiero asegurar tu suerte. Amparo había dejado de comer, y noté que había perdido enteramente su tranquila confianza; que estaba preocupada, disgustada, pesarosa de haber ido a almorzar conmigo. Soy rico, muy rico; sobrino de un grande de España que no tiene hijos, ni los tendrá probablemente; heredaré sus rentas y su grandeza.