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En efecto, La villana de Vallecas, con todos sus defectos de plan y de economía dramática, es siempre una comedia encantadora en alto grado, llena de todas las gracias del idilio, y notabilísima por la causticidad de sus sátiras; y, por el contrario, La ocasión hace al ladrón, á pesar de sus correcciones, no pasa de ser una comedia mediana y vulgar.

Guadiana, vuestro escudero, plañendo asimesmo vuestra desgracia, fue convertido en un río llamado de su mesmo nombre; el cual, cuando llegó a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero, como no es posible dejar de acudir a su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean.

Había vuelto a pasar, había mirado mejor y con disimulo, y pudo conocer, a pesar de las sombras de la capilla, que una de aquellas damas era la Regenta en persona. Entró en el coro, y se lo dijo a Glocester.

Y la pobre María Estuardo, de riguroso incógnito, iba de gran hotel en gran hotel, ocupando un piso entero con su cortejo de domésticos rusos acostumbrados á los golpes, de adivinas y maestros en evocaciones, siendo la desesperación de los hoteleros, que la veían partir con gusto á pesar de que pagaba ella sola más que el resto de los huéspedes.

A veces, cuando me traen un papel azul, a pesar de haber abierto tantos en las redacciones, siento que resurge en la superstición del provinciano.

A pesar de esta sombra, los ojos de los viajeros, conocedores del terreno, distinguieron en la misma falda de la negra cortina la aguja de la torre de la catedral. Los presos y sus custodios llegaron al llano y atravesaron el valle de un cabo a otro, empleando en ello mucho tiempo, a causa principalmente del cuidado que exigían los heridos.

Encontrábase separada de los intereses morales de sus semejantes, á pesar de estar tan cerca de ellos, á manera de un espíritu que volviese á visitar el hogar doméstico sin poder hacerse ver ni dejarse sentir; sin participar de sus alegrías, ni poder tomar parte en sus dolores; y que, caso de que llegase á manifestar los sentimientos que le estaban vedados, habría sido para despertar solamente terror y horrible repugnancia.

«El público» es un demonio raro, una conciencia que, á pesar de su propensión á lo rutinario, á lo instituído, ofrece anomalías extrañas, crisis momentáneas, fuera de toda lógica y razón, en que el espíritu enorme de la colectividad se retuerce y ríe ó ruge, como una mujer en un ataque de histerismo.

Cecilia cogía una en brazos, Gonzalo la otra, y las llevaban al cuarto de aquélla, donde ambas dormían. La tarea de desnudarlas era complicada y entretenida. Gonzalo, a pesar de su musculatura de toro, poseía tanta delicadeza como una mujer para desatar las cintas y mover sus cuerpecitos a un lado y a otro sin lastimarlas. A menudo las manos de los cuñados se tropezaban.

Tratemos aquí de cosas que, si bien harto menos importantes, manifiestan que el ingenio y la gracia, lo que solemos llamar sal andaluza, no se ha disuelto aún, sino que persiste, a pesar de tantos duelos, quebrantos y desazones.