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A pesar de esto, a Azorín le son simpáticos todos estos hombres que hablan siempre.

Arrastraba las notas de un modo irresistible, indicando bien claramente que, a pesar de su arrojado y belicoso temperamento, poseía un corazón sensible a las dulzuras del amor.

Rafael, que era un excelente joven, leal, juicioso y noble en su porte y por su cuna, y que gozaba de un buen patrimonio, era el marido que la familia de Rita le deseaba. Pero ella, a pesar de la vigilancia de su hermano, había entregado su corazón sin saberlo aquel.

No quería ella ni apostatar, ni filosofar siquiera; también esto le parecía ridículo, pero sin querer las ideas, las protestas, las censuras venían en tropel a su mente y a su corazón. Esto era nuevo tormento. A pesar de todo seguía confesando a menudo con don Fermín. Le guardaba ahora una fidelidad consuetudinaria; temía los remordimientos si faltaba a lo que creía deber a aquel hombre.

Aquella cínica respuesta nos dejó fríos a todos. Desde entonces me fue profundamente repulsiva a pesar de su belleza.

Era no menos que montero de Espinosa del rey. A pesar de la ruda franqueza de su semblante, de formas pronunciadas y de grandes ojos negros, se comprendía en aquellos ojos que era astuto, perspicaz, y sobre todo arrojado y valiente, sin dejarse de notar por eso en ellos ciertas chispas de prudencia; vestía una especie de coleto verde galoneado de oro; en vez de daga llevaba á la cintura un largo puñal, al costado una formidable espada de gavilanes, calzas de grana, zapatos de gamuza, y sobre todo esto, una especie de loba ó sobretodo, ancho, con honores de capa.

Estos protestaron afectando gran formalidad, pero la primera dijo al oído del segundo: Si será pánfila esta Mariana, que hace ya tres meses que el general Cruzalcobas le está haciendo el amor y aún no se ha enterado. Así llamaba Pepa al general Patiño, y no sin fundamento. A pesar de su apuesta figura un tanto averiada, y de su continente marcial, Patiño era un veterano falsificado.

Los dos rieron con un regocijo infantil. Habían retrocedido hasta donde aguardaba el caballo, y Celinda se apresuró á montar en él, como si se considerase humillada y desarmada permaneciendo á pie. Además, «el gringo», á pesar de su alta estatura, quedaba de este modo con la cabeza al nivel de su talle, lo que proporcionaba á Flor de Río Negro la superioridad de poder mirarlo de arriba abajo.

El bandido, a pesar de beber poco, tenía el rostro coloreado y sus ojillos azules brillaban con una luz de alegría. Había escogido su sitio frente a la puerta de la cocina, en un lugar desde el cual enfilaba la entrada del cortijo, viendo una parte del camino solitario.

Tomaron una dirección opuesta al llegar abajo, y el príncipe pudo seguirles. Sintió que un poder extraordinario de adivinación aguzaba sus facultades; una doble vista que le permitía ver y estudiar los rostros de los dos, á pesar de que marchaba á sus espaldas. ¡Ay, este paseo!