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Yo estoi persuadido que con este modo de discurrir acerca del rei Fernando V i de los inquisidores, atraigo sobre el odio de muchas personas que me acusarán neciamente de mal español, tan solo porque no dejo llevar mi pluma en pos de los errores que hasta ahora han manchado la historia de nuestra patria.

Son los Romanos tan soberbia gente, Que luego aceptarán este partido, Y si lo aceptan, creo firmemente Que nuestro amargo daño ha fenecido, Pues está Corabino aqui presente, Cuyo valor me tiene persuadido Que él solo contra tres bravos Romanos Quitará la victoria de las manos.

Caprichos, veleidades de la fortuna, del «hado» quizás..., porque el marqués estaba persuadido de que a los «hombres públicos» los forman las circunstancias, un momento de la vida, un «choque fortuito», de la piedra contra el acero, que hacía brotar la luz de repente. Así entendía el «hado» el buen marqués.

El metropolitano de Sevilla, Recafredo, cediendo á las intimaciones de Abde-r-rahman, prohibió á los cristianos presentarse voluntariamente ante los Cadíes para confesar á Cristo, y persuadido de un esceptor de tributos que despues apostató de la religion cristiana, mandó que no se tuviesen por mártires, sino por malhechores temerarios, los que espontáneamente se ofreciesen á los referidos jueces.

Ni Lázaro persuadió al público, ni este aplaudió al orador. Un público no persuadido y un orador no aplaudido se rechazan, se repelen con energía. "Es preciso que calles," hay que decir á éste. "Es preciso que te marches," hay que decir á aquél. El joven aragonés había tenido la peor de las tentaciones: la tentación de ser largo y difuso.

Presentóse el primero un señor muy rico, llamado Itobad, tan lleno de vanidad como falto de valor, de habilidad, y de entendimiento. Habíanle persuadido sus sirvientes á que un hombre como el debia de ser rey, y él les habia respondido: Un hombre como yo debe reynar.

En el fondo de su alma, hallábase persuadido de que M. L'Ambert tenía la culpa de todo. Este señor no es razonable decía a su mujer, mostrándole los estragos de los cuatro últimos días; usa gafas del número 4, que son forzosamente muy pesadas; quiere por coquetería una montura muy liviana, y tengo la seguridad de que trata a sus gafas como si fueran de hierro forjado.

A sus años no podía menos de parecerle grande y a la vez muy natural todo lo que pensaba hacer y buena prueba de ello es que, persuadido de que ya no había de vivir más que dos días dominó su pena, y al volver a casa se acostó, y, rendido por tantas y tantas emociones como el joven acababa de sufrir, se durmió tranquilamente.

En tanto que esto pasaba, había persuadido el Corregidor a su primo don Juan que se viniesen todos con él a su casa; y aunque don Juan lo rehusaba, fueron tantas las persuasiones del Corregidor, que lo hubo de conceder; y así, entraron en el coche todos.

¡Ah! exclamó mi tío golpeándose en la frente. ¡Pobrecita! ¿Quién lo hubiera creído?... ¿Será posible? ¡Ya me lo había sospechado! ¿Y por qué no? Cualquiera, conociéndolo a usted... ¿o pensaba usted... que, casándose con una muchacha como esa, no?... ¡Oh! no, no contestó mi tío con cierto orgullo reconcentrado, como un hombre que está persuadido de haber cumplido con su deber.