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Antonio González, lector incansable de novelas en varios tomos, creía en Juan Ort y otros personajes igualmente interesantes que venían á acabar su existencia en una tierra donde á nadie le preguntan su pasado.

En El rufián Castrucho encontramos los personajes de un rufián disoluto y de una astuta alcahueta, así como tipos de la licenciosa soldadesca española, delineados con vigorosos y muy verdaderos contornos, juntamente con una intriga tan ingeniosa como divertida. En El anzuelo de Fenisa, comedia resucitada en nuestros tiempos, obsérvanse también cuadros análogos, aunque más delicados.

El autor puede tomar la palabra en medio de la narración y contradecir a sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las opiniones de cualquiera de ellos hayan producido.

Yo te aseguro que en los «papeles» de reina, habías de estar muy bienAl cabo, la Montansier se decidió, y protegida por algunos personajes acaudalados, tomó en arrendamiento el teatro de Rouen.

Claudio Bozmediano, que es la persona á quien debemos las noticias y datos de que se ha formado este libro, nos ha contado que cuando los personajes de la reunión sintieron aquellos aldabonazos tan fuertes, se quedaron mudos y petrificados de sorpresa y temor.

Rinconete, que de suyo era curioso, pidiendo primero perdón y licencia, preguntó a Monipodio que de qué servían en la cofradía dos personajes tan canos, tan graves y apersonados.

Al contrario; la pintura de caracteres, el arte, por lo menos, de crear personajes accesorios, concretos y con vida individual y propia, aislados da los principales, y las proporciones poéticas de todos los elementos de la composición, alcanzan con los años mayor é innegable maestría. A la segunda clase pertenecen las obras de la edad adulta de Calderón, próximamente de 1635 á 1660.

Como sucede siempre á estos personajes, su afectación tenía algo de ridículo; pero era la del que nos ocupa una de esas ridiculeces que sólo notan los hombres de verdadero talento, los hombres superiores. A los demás, don Rodrigo Calderón, que él era, debía imponer respeto, y lo imponía.

Varios de los personajes creian, al oirla hablar con cordura algunas veces, si la querida de su esposo habria usado de algunos maleficios para hacerla padecer tan terriblemente. ¡Qué credulidad la de aquella época!

Comienza con un largo sermón de un fraile, citando muchos autores, entre otros, á Boetius, de Consolatione; á San Agustín, de Angelorum Choris, y á San Remigio, de Dignitate Sacerdotum. «Estos hombres doctos, dice, me mandan venir á este santo anfiteatro para anunciar los personajes que saldrán en seguida; la obra que veréis, se titula Los misterios de la Virgen