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Y de estas cosas me sucedieron muchas mientras perseveré en el oficio de poeta y no salí del mal estado. Sucedió, pues, que mi autor que siempre paran en esto , sabiendo que en Toledo le había ido bien, le ejecutaron por no qué deudas, y le pusieron en la cárcel; con lo cual nos desmembramos todos, y echó cada uno por su parte.

Volvamos, pues, a Florencia. Te decía que tomé dos decisiones a un tiempo, cosa muy extraña en , que apenas tomar una. Verdad es que, si alguna vez lo hago, no hay nadie que persevere más en su propósito ni que siga su camino tan impertérritamente como yo... ¡Por vida de!... Se me figura que acabo de soltar un adverbio. Tienes perfecto derecho a hacerlo repuso Amaury con gravedad.

22 Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. 23 Mas cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de andar todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del hombre. 24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.

Subía una moza con la vianda y dexábamela allí; yo tenía por costumbre escribir representando recio, como si lo hiciera en el tablado. Que era verdad y que le avisaba. No comí aquel día: supiéronlo los compañeros, y fué celebrado el cuento en toda la ciudad; y de estas cosas me sucedieron muchas mientras perseveré en el oficio de Poeta y no salí del mal estado. Despedíme de todos; fuéronse......»

Y de estas cosas me sucedieron muchas mientras perseveré en el oficio de poeta y no salí del mal estado. Yo, si va a decir verdad, aunque los compañeros me querían guiar a otras compañías, como no aspiraba a semejantes oficios y el andar en ellos era por necesidad, ya que me veía con dineros y bien puesto, no traté de más que de holgarme.

Era un trabajo pesado para hacerlo solo, con mis ropas mojadas adheridas a mi cuerpo, heladas y duras por el frío terrible; pero perseveré sin embargo, decidido, si posible era, a volverla a la vida, y esto lo conseguí felizmente media hora después. Al principio no pudo pronunciar una palabra, y yo no la interrogué.

El despertar de una mujer honrada y altiva que sucumbe al impulso funesto de una pasión prohibida es un desolador despertar, pero si raras veces sucede que no se arrepiente de su falta, es todavía más raro que no persevere en ella, porque en primer lugar la caída es tan honda que hácese imposible remontar la pendiente, luego porque ya, el error cometido, perdióse todo, menos el amor; el amor es el único que sobrevive, lo único que resta, y al amor es necesario asirse, como la última tabla que sobrenada en el mar de aquel moral naufragio.