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Los tres perros salían de noche a cazar por su cuenta maniobra ésta que entraba en el sistema educacional del cazador; pero el hambre, que llevaba a aquellos naturalmente al monte a rastrear para comer, inmovilizaba al fox-terrier en el rancho, único lugar del mundo donde podía hallar comida.

V. m. verá escripta sobre aquel fracaso de amores de Bearne con aquella dama, de los quales amores yo hazia memoria anoche a su Ex.^a, como inutil que no tiene q. tratar de cosas de mas substancia. Pero grandeza es de Grandes Señores entre perros de caça, sustentar otros inútiles, cual yo, pero Perro en la fidelidad, y aun en los colmillos, para morder en serui.^o de su señor. De V. m. Ant. Perez.

3 he aquí yo barreré la posteridad de Baasa, y la posteridad de su casa; y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat. 4 El que de Baasa fuere muerto en la ciudad, le comerán los perros; y el que de él fuere muerto en el campo, le comerán las aves del cielo.

El día 16, después de haber pasado un gran miedo, gozamos lo indecible cuando les vimos llegar de la barca de Menjíbar, derrotados y con su General muerto. ¡Cómo corrían por esas calles, y qué gritos daban, y qué cosas tan atroces e indecentes echaron por aquellas bocazas! ¡Así se vengaban los muy perros! ¿Pues qué creéis?

Defpues que comimos los Perros, parefciendonos que teniamos algun esfuerço para poder ir adelante, encomendamonos

CAP. XXIII. Como nos partimos, despues de haver comido los Perros.

El capataz abría la boca, como si por ella fuese a escapársele el corazón, encogido por el miedo. Maltrana sentía el zumbar de su sangre en las sienes. Gruñó un perro, y el Mosco pareció tranquilizarse. Alguien estaba cerca, pero no era enemigo. Los perros anunciaban con movimientos silenciosos la proximidad de los guardas. Cuando se decidían a gruñir, era porque husmeaban gente conocida.

Dame la mano, barbitas de San Juan, que tienes patitas de bailaor y ojillos de meteor. Las repelían como si fuesen perros, amenazándolas con llamar a la pareja, y ellas se alejaban sin resentimiento, con muecas burlonas, abriendo los ojos desmesuradamente.

Y entre este tintineo general, que casi ahogaba los sonidos de los instrumentos, desfiló la comitiva: el tambor mayor al frente de la banda; toda la servidumbre portadora de faroles; las camareras disfrazadas de floristas, y un gran número de animales, osos, perros y leones, mozos de buena fe, que sudaban bajo los forros de pieles y movían de un lado a otro sus cabezas de cartón rugiendo o ladrando.

Deliró. «Soñaba que él era de cal y canto y que tenía una brecha en el vientre y por allí entraban y salían gatos y perros, y alguno que otro diablejo con rabo».