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Añádanse á esto las perplejidades torturantes que en el ánimo del dramaturgo incipiente van sembrando las pequeñas exigencias de los actores y los consejos, impertinentes casi siempre de los amigos. En un entreacto del ensayo, la primera actriz le llama con cierto misterio. ¿Quiere usted explicarme murmura, cómo debo «decir» esta frase?... Yo la he estudiado mucho y «no la siento».

No hallé, pues, dificultad ninguna para ponerle al corriente de las graves circunstancias de una situación que conocía tan bien como yo, ni para explicarle las perplejidades de mi alma en la cual había él medido todas las resistencias y todas las debilidades. Desde hace cuatro años le conozco a usted enamorado me dijo a la primera palabra que pronuncié.

¡Ca!... ¡Primero me quitan la vida!... Tuve tiempo de romperla y echar los pedazos por el vertedero del baño. ¡Berr! hizo Butrón como si le dieran náuseas; y con las manos cruzadas a la espalda, actitud de las grandes perplejidades, y fruncido el formidable guardapolvo de sus cejas, señal en él de graves preocupaciones, comenzó a medir a grandes pasos la estancia.

Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito.

La Fatalidad, causa cómoda de los hechos oscuros, y luz mentirosa de lo que no puede alumbrarse, se presenta aquí reclamando su página, la página a que le dan derecho las perplejidades del narrador y el convencionalismo de la Historia.... Bienvenida sea esa madrastra Fatalidad, que tan bondadosamente se presta a adoptar todo hijo abandonado, por lo general feo y enclenque, a quien rechaza la misma Lógica que en las tinieblas lo engendró.

Destrúyese así la buena opinión necesaria a todo el que manda para ser respetado; la fe humana precisa a todo el que enseña para ser creído, y sólo una cosa existe, a nuestro juicio, que sea tan perjudicial a la educación como lo es esta misma: la pugna que a veces descubre el niño entre la moral de sus padres y la moral de sus maestros... Imposible es describir las angustiosas perplejidades, las dolorosas dudas que, con harta triste frecuencia, despiertan estas contradicciones en las almas de los niños: vese en ellas la lucha del entendimiento con el corazón, demostrándole aquel que es sana la doctrina del maestro, esforzándose este por persuadirle que no puede ser mala la práctica contraria del padre o de la madre que tanto aman, que no puede ser cierto lo que, por el solo hecho de serlo, ha de dar irremisiblemente a aquellos seres tan amados la patente de perversos... ¡Ah!

La claridad de juicio va en razón directa de la conveniente distancia a que se contemplan los hechos, y al despertar aquel día, libre ya de las perplejidades y angustias que atormentaban su ánimo, pudo apreciar su situación con exactitud verdadera.

Mirándola detenidamente, movía la cabeza. En nada, en nada se parece.... El señor es moreno y flaco, tiene narizona y le hacen cuenca los ojos; esta chiquilla es blanca como los nácares, tiene placenteros los ojos castaños y lozano el personal...; en nada se le parece. Y la buena mujer se quedó sumida en sus perplejidades y enamorada de la niña.

Llegó a pensar en estas perplejidades si Moreno estaría afiliado a la secta de los anarquistas, y fuese la hora destinada para reunirse y concertar sus planes siniestros de destrucción. Y andaba receloso y observándole; porque Sánchez era un revolucionario del pensamiento nada más y no le hacía gracia alguna hallarse complicado en el asunto de los explosivos.

Su alma de coleccionista era capaz de los mayores heroísmos para evitarlo. Cada día aportaba una ola nueva de malas noticias. Los periódicos decían poco; el gobierno hablaba con un lenguaje obscuro, que sumía el ánimo en perplejidades.