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En vano su razón intentaba apaciguar esta tempestad interior... Aquellos tiempos habían sido otros: no existía la unanimidad de la hora presente; el Imperio era impopular: todo estaba perdido... Pero el recuerdo de una frase célebre se fijaba en su memoria como una obsesión: «¡Quedaba FranciaMuchos pensaban lo mismo que él en su juventud, y sin embargo no habían huído para eludir el servicio de las armas; se habían quedado, intentando la última y desesperada resistencia.

Estaban alegres, rebosando satisfacción por los ojos; pero las piernas no respondían a aquella eterna juventud de sus corazones: caminaban apoyándose en sendas muletas y agarrándose con la mano libre al brazo de sus acompañantes. Fueron recibidas con vivas y hurras. Se oyeron asimismo algunas frases harto familiares, de esas que nadie más que las benditas de Meré consentían y reían.

Pero Agatocles se hartó de sufrirlos, embarcó 5.000 soldados en unas cuantas naves, cruzó el mar con ellos burlando la vigilancia de la poderosa escuadra enemiga, y desembarcó en el territorio de la gran República: para verse obligado á vencer ó á morir, destruyó los barcos en que había venido, como hicieron más tarde el renegado cordobés Abu Hafaz en Creta, los catalanes en Galípoli y Hernán Cortés en México; entró á saco en muchas ciudades púnicas, y aun estuvo á punto de apoderarse de la capital. ¿Por qué no habíamos de haber nosotros declarado la guerra á los yankees, pasado en un periquete con más de 100.000 combatientes desde Cuba á la tierra de ellos y quizás llegado hasta el Capitolio de Washington, arrojando de allí á culatazos á los senadores y yendo luego, por la avenida de Pensylvania, hasta donde está el Palacio del Tesoro todo lleno de dinero y apuntalado para que no se hunda, aliviarle de aquel peso, y plantarnos por último en la Casa Blanca, que está á tres pasos de allí, y hacer á Cleveland cautivo?

No si navegó un poco; pero si navegó, no le tomó gusto al oficio. Yo solía decir de él, cuando andaba vagabundeando por el pueblo, que era un lord Byron de taberna.

Lo mismo iba yo a decirte: pero he recordado a tiempo que no te debía, interrumpir contestó Amaury.

Es cierto que no es fácil dar razon del modo con que se ofrece al espíritu la representacion de cosas distintas de él; pero no es mas fácil el darla de cómo el espíritu puede tener representacion de propio.

Cuando se mudaba de cuarto, esta supremacía domiciliaria iba con ella a donde quiera que fuese. Si algo desairado o ridículo le ocurría, lo guardaba en secreto; pero si era cosa lisonjera, la publicaba poco menos que con repiques. Por esto cuando se corrió entre las familias amigas que el sietemesino se quería casar con una tarasca, no sabía la de los Pavos cómo arreglarse para quedar bien.

El almirante Dewey me entregó todos los prisioneros y todas las armas, menos el vapor, pero más tarde reclamó la devolución de los prisioneros, después de la Capitulación de Manila. En 4 de Julio llegó la primera expedición militar de Estados Unidos al mando del General Anderson, siendo alojados en el Arsenal de Cavite.

Las imposiciones son justas, cuando es forzosa la necesidad que obliga á ponerlas, pero cuando el Príncipe consume la hacienda con dádivas ó gastos impertinente y excesivos, ninguna justificacion pueden tener, pues solo proceden de sus desórdenes ó descuidos.

El derroche de amor y de amistad que se hace en los pensionados, y que gasta el corazón de las jóvenes antes de tiempo, no había mermado las riquezas de su alma. Amó, pues, a su suegra y a su hijo adoptivo como un pródigo que no teme arruinarse; dedicó al doctor Le Bris una ternura fraternal, pero le pareció imposible amar a su marido: esto era superior a sus fuerzas; más valía, pues, renunciar.