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Mire V., señor doctor, hace muchos días que esperaba esto... vamos, que me buscara V. ¿V. lo esperaba? Tan seguro lo tenía, que antes de venir he pedido permiso a mi ama doña Carmen. ¿Y qué le ha dicho a V.? ¿Y por qué lo sospechaba V.? ¿Me da V. su permiso para que hable clarito? Se lo ruego.

Pues qué, D. Plácido, ¿va a venir el Viático? Poco menos replicó el hablador entrando sin pedir permiso y dirigiéndose a la alcoba . Que va a venir el ama, la señora casera. Mucho orden, señores, mucha formalidad. Lo mismo fue oír Platón que la señora de Pacheco venía, que el temor de verla le intranquilizó y no tuvo ya sosiego.

El amor ha sido obra del amor y no del diablo; pero en la dirección que toma tan bella pasión, ya el diablo interviene. No en balde ha logrado del mismo Dios el permiso de probar a Fausto; no en balde ha hecho pacto con él.

En caso de buena conducta, dando pruebas de arrepentimiento, obtiene mayor participacion en el fruto de su trabajo, permiso para trabajar en compañía de uno ó dos mas, pero siempre en silencio, y una reduccion de pena que puede llegar hasta la mitad de su duracion legal.

Pero ese permiso, Gaspar añadió Catalina , ¿cuándo comenzaste a usarlo? Me lo dieron ayer, a las ocho de la noche, en Vasselone. El regimiento se retiraba hacia Lorena, y yo debo alcanzarlo esta noche en Falsburgo. Bien; todavía tienes siete horas por delante; no necesitarás más de seis para llegar a tiempo, aun cuando haya mucha nieve en el Foxthal.

Sin saber por qué razón, pues nunca le había sido muy simpática, le dió toda la noche por servirla y requebrarla en voz baja. Cuando se puso un poco alegre, le dijo a Alcántara que estaba del otro lado: Con tu permiso, Rafael, voy a dar un beso a Nati. Y se lo dió sin aguardar respuesta. Rafael no hizo maldito el caso. Poco después volvió a decir: ¿Permites, Rafael? Y ¡zas! le encajó otro beso.

Aquella pequeña habitación estaba á orillas del mar, medio oculta por un bosquecillo de árboles no muy corpulentos; y en ese lugar solitario, con los pocos recursos que poseía, y gracias al permiso de los magistrados que aun ejercían una especie de vigilancia inquisitorial sobre Ester, se instaló ésta con su niñita.

Siendo inútiles todos los esfuerzos que doña Brígida hizo para que se durmiese a una hora racional, le arrojó de casa sin conmiseración. Don Jaime pidió permiso para sacar debajo de la talma azul gendarme que usaba por las noches, un viejo fusil de chispa que había en el desván. La magnánima señora se lo otorgó a condición de llevarlo descargado. Salió después Alvaro Peña.

Volviendo luego a andar con mayor lentitud y con cierta vacilación, como si el respeto le contuviera, siguió el pájaro peregrino caminando hacia Poldy, y parándose a cada dos o tres pasos como si aguardase el permiso de llegar hasta ella.

Cruzáronse volantes y más volantes, hubo idas y venidas, dimes y diretes, juntas, cabildeos, discusiones, se habló hasta de insurreccion de los indios, de la indolencia, de razas inferiores y superiores, de prestigio y otras patrañas y despues de mucha chismografía y mucha murmuracion, el permiso se concedió y el P. Salví publicó una pastoral que nadie leyó sino el corrector de la imprenta.