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»Esperamos inútilmente; permanecimos solos el resto de la noche, y cuando los primeros rayos del día iluminaron las vidrieras de la capilla, Carlos no había aparecido. »Pasó el día, pasaron también los siguientes y no volvió a presentarse en el castillo.

Luego exclamó: ¡que je suis malheureuse! ¡J'arrive tard toujours! Despues de estar en la misma actitud dos ó tres minutos, hizo un ademan de forzosa resignacion, y se volvió con sus dos niños. Nosotros permanecimos en el muelle, hasta que el buque desapareció. Ver un vapor en medio de una ciudad populosísima, como si nos hallásemos en las márgenes del Océano, es un panorama que me tiene encantado.

¡Pie a tierra! repitió bruscamente; y obedecí. El bosque era espesísimo desde la orilla misma del camino. Ocultamos nuestros caballos entre los árboles, les vendamos los ojos y permanecimos inmóviles junto a ellos. ¿Quiere usted saber quiénes son? murmuré , y adónde van. Entonces noté que su diestra empuñaba un revólver. Oíase cada vez más próximo el trote de los caballos.

Mi mujer y yo permanecimos un poco cortados, puesto que repetidamente hicimos muestras de no creer lo que aseguraba nuestro guia. Le habiamos desmentido de una manera que le honraba, porque honraba al establecimiento; á veces un mentís es una victoria; pero al cabo le habiamos desmentido. Vamos ahora al efecto de las figuras.

Nuestra misión al llegar hasta aquel lugar de eterno descanso, lo alentaba el deseo de ser útiles á la ciencia, arrancando algún secreto de informes restos de generaciones pasadas, á fin de añadir una página más á la gran obra de los estudios antropológicos; y sin embargo de tales aspiraciones, permanecimos por largo tiempo sin que se alargaran nuestras manos á coger ninguno de aquellos restos, pues al tocarlos creíamos profanar la historia de una raza entera sumida en el olvido de la eterna noche de los tiempos.

Mientras tanto yo envidiaba al catalán que, enteramente cubierto por la manta, no rebullía. Pero como no es posible la felicidad en este mundo, cuando yo estaba pensando en ella, apareció el revisor y le despertó exigiéndole el billete. Se levantó de muy mal humor, por no variar. Llegamos a la estación de Baeza, donde el catalán se bajó del coche. Don Nemesio y yo permanecimos en él.

Enfrente de donde nos hallábamos sentados, pendía de la pared un retrato de busto de mi madre, ataviada según la moda del segundo Imperio. A pesar de la luz que por momentos iba apagándose, el retrato se destacaba muy bien, y se acentuaba en su rostro la inefable dulzura que el pintor había sabido reproducir fielmente. No cuánto tiempo permanecimos en silencio.

Permanecimos un momento inmóviles, contemplándonos. Después me descubrí y saludé respetuosamente. El Rey recobró entonces el uso de la palabra y preguntó con extrañeza: Coronel, Federico ¿quién es este caballero? Iba yo a contestar, cuando el coronel Sarto se interpuso y empezó a hablar al rey en voz baja, con su tono gruñón.

Un largo rato permanecimos en la mayor ansiedad, pidiéndonos unos a otros noticias de lo que ocurría; pero en nuestro regimiento no se sabía nada; todos los generales corrieron hacia la izquierda del camino, y los jefes de los batallones aguardaban órdenes decisivas del Estado Mayor.

Eran las cuatro de la tarde cuando nuestro vapor fondeaba á doscientos metros del puerto de Gibraltar. El cuadro que se ofrecía á nuestras miradas era tan pintoresco y magnífico al mismo tiempo, que permanecimos durante mas de una hora contemplándole embelesados.