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Las facciones de aquel rostro se acercaban al canon griego y casaba muy bien con ellas la dulce seriedad de la fisonomía. En esta figura larga, pero no sin gracia, espiritual, no flaca, solemne, hierática, todo estaba mudo menos los ojos y la dulzura que era como un perfume elocuente de todo el cuerpo. Era la doncella de doña Paula, Teresina. Dormía cerca del despacho y de la alcoba del señorito.

Se echó atrás las aletas del abrigo y dejó sobre la cama un mazo de violetas que llevaba oculto. Su perfume pareció dulcificar aquel ambiente que olía a carne enferma y antisépticos. ¡Ay! ¡flores! dijo Feli con vocecilla infantil . ¡Flores! Y su mirada acarició a Isidro con expresión de gratitud.

Toda esta gente, comiendo, bebiendo y gesticulando, levantaba el mismo rumor que si la plazoleta estuviese ocupada por un avispero enorme, y en el ambiente flotaban vapores de alcohol, un vaho asfixiante de aceite frito y el penetrante olor del mosto, mezclándose con el perfume de los campos vecinos. Batiste se aproximó finalmente al gran corro que rodeaba á los de la apuesta.

Algun dia serás lozana rosa Cuando mi frente pálida y rugosa Se incline en tu perfume á refrescar; Cuando el labio marchito de dolores Quiera gozar el aura de las flores Sintiéndote, ángel bello, respirar.

Y miraba audazmente a Fernando con ojos de provocación, para que no tuviese dudas sobre la persona a la que iban dirigidos tales elogios. Se había incorporado Ojeda en su asiento para mirarla también con atrevida fijeza. Un perfume de carne joven, de frescura tentadora, parecía envolverla. No era la dulzura marchita de la alemana ni el esplendor de fruto maduro de Mrs. Power.

Era el mismo, pero con el pecho más amplio, las muñecas más fuertes. Las facciones suaves y dulces de la madre se habían perdido bajo esta máscara varonil. Lacour reconoció con orgullo que ahora se parecía á él. Después de los abrazos de saludo, René atendió á don Marcelo con más asiduidad que á su padre. Creía percibir en su persona algo del perfume de Chichí.

Dentro del sobrecito, que despedía perfume penetrante, había una tarjeta y algunas hojas de rosa. La tarjeta decía: «Isabel de Montalvo, condesa del Padul», con corona encima. Al respaldo se leía en letra diminuta, pero clara: «Lo prometido es deudaVolví a encerrarla en el sobre con las hojas y se la entregué, altamente sorprendido, a Villa.

En una verdadera orgía respondió Stein , tan licenciosa como grosera, en que el vino y el tabaco servían de perfume y en que el torero Pepe Vera se jactaba de ser su amante. ¡Ah María, María! prosiguió, cubriéndose el rostro con las manos. El duque, que como todos los hombres serenos tenía un gran imperio sobre mismo, dio algunas vueltas por el aposento.

Las plantas trepadoras se enlazan en los fustes de mármol, las flores llenan el reducido espacio con su perfume penetrante, y el agua, poco abundante, pero distribuida con el mayor arte, cae como perlas sonoras en el vaso de la fuente.

Las carnes asadas, de suculento perfume, son para ellas cadáveres, envolturas de pus; los frescos vegetales, las dulces frutas, concreciones del estiércol y de todos los zumos malolientes que vigorizan la tierra.