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De pronto, la joven se levanta, dice buenas noches y desaparece. Un momento después los dos hermanos se separan. Juan sube pesadamente la escalera, abre la puerta de su cuarto; un embriagador perfume de flores flota en el aire. Respira profundamente y exhala un suspiro de satisfacción. Por eso, sin duda, ha vuelto ella tan tarde del jardín.

Ni el perfume de los guantes, ni el copioso sahumerio de los pebeteros, lograba dominar el tufo de trasudado sayal que desprendían los religiosos. Las maderas de las ventanas cerrábanse de ordinario a las tres de la tarde.

12 La traerá, [pues], al sacerdote, y el sacerdote tomará de ella su puño lleno, en memoria suya, y hará perfume sobre el altar sobre las [otras] ofrendas encendidas al SE

Despertó al sentir en su rostro un rayo de sol. La ventana, cuyas cortinas se había olvidado de correr, estaba azul: azul de cielo en lo alto y azul de mar en sus vidrios inferiores. Miró junto á él... ¡Nadie! Por un momento creyó haber soñado. Pero el suave perfume de su cabellera impregnaba aún la almohada.

Es mi vicio, es mi debilidad, mi placer pecaminoso. Me parece que forman un jardín, el jardín de la sabiduría eterna. Cada libro es una flor, con su riquísimo perfume de pergamino y de polvo. Yo no he leído mas que un poco a Santa Teresa y otro poco a San Juan de la Cruz.

Flotaba en el ambiente un perfume resinoso, de acre caricia, tan denso, que parecía mascarse al respirar. Era una esencia para olfatos de gigante.

Y el Magistral sonrió como un ángel, mientras aspiraba con delicia el perfume de rosa de Alejandría, que Ana sin resistencia había dejado en manos del clérigo. Ella se puso seria, quiso explicaciones. «Se le perseguía, se le calumniaba... tenía enemigos... y él sin decir nada a su amiga. ¡Estaba bueno!». Algo había oído ella mucho tiempo hacía, pero vagamente.

¡Las horas larguísimas del que aguarda con ansiedad!... Se paseó fumando, encendiendo un cigarro en el resto del anterior. Luego abrió la ventana, queriendo borrar este perfume de tabaco fuerte.

Cayó la lluvia de golpe, en grandes masas, como si se desfondase el cielo, y los dos hombres tuvieron que refugiarse bajo el arco de entrada, no viendo más que un pedazo de campo al través de la herradura del portalón. Del suelo, golpeado por el latigazo del agua, desprendíase un vapor tibio; el olor de tierra mojada perfume de los aguaceros violentos.

Doblegábanse los nispereros con el peso de los amarillos racimos cubiertos de barnizadas hojas; asomaban los albaricoques entre el follaje como rosadas mejillas de niño; registraban los muchachos con impaciencia las corpulentas higueras, buscando codiciosos las brevas primerizas, y en los jardines, por encima de las tapias, exhalaban los jazmines su fragancia azucarada, y las magnolias, como incensarios de marfil, esparcían su perfume en el ambiente ardoroso impregnado de olor de mies.