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De él se deriva el vuelva a empezar, sin el cual el mundo se acabaría. ¡Oh!, no, no es posible... No tienen vergüenza si me perdonan. Eso, allá ellos... Lo que me importa a es que quedes en una situación correcta y sobre todo... práctica. Tienes en ti misma poca defensa contra los peligros que a la vida ofrece continuadamente el entusiasmo.

¡Silencio, mujer! interrumpió el padre con energía, y volviéndose á Velázquez añadió gravemente: Las mujeres perdonan mejor los agravios que las hacen que los que hacen á sus hijos. Eres hombre de juicio y sabrás disimular el resentimiento de una madre. Yo te doy mi palabra de que haciendo feliz á Mercedes no tardará en desaparecer. Llegaron al fin á la mar libre.

Pero Teri movía la cabeza negativamente, con una tenacidad reflexiva en el gesto y unos ojos de misterio, como mujer que sabe que en amor las confesiones francas no se olvidan ni se perdonan. Todo mentiras... calumnias. Nada tengo que contarte. Olvida eso; no te atormentes... No hubo nada; y aunque algo hubiese... ¡yo no te conocía entonces, no te conocía!

Ea; eso es fijo: los hombres no perdonan jamás a aquellos a quienes se han visto obligados a admirar. Pero allá, en un rincón del pecho, duerme como un portero soñoliento la necesidad de la grandeza. Es fama que, para dar al champaña su fragancia, destilan en cada botella, por un procedimiento desconocido, tres gotas de un licor misterioso.

Las mujeres decían que tambien querían tener de Roma, como rosarios benditos por el Papa, reliquias que perdonan los pecados sin necesidad de confesion, etc. Abierta la maleta y levantado el algodon en rama que la protegía, descubrióse un compartimento lleno de sortijas, relicarios, guardapelos, cruces, alfileres, etc.

Habrá usted reparado que esa nube siempre aparece por detrás de las montañas. Es donde el Casino tiene sus almacenes. Aquí no perdonan detalle para entretener á los parroquianos. Miguel oyó dos mugidos: uno de sorpresa, otro de indignación. Luego el ruido de una ventana al cerrarse. El pianista, molestado por esta broma matinal, volvía á su lecho para dormir hasta la hora del almuerzo.

Hermanas mías, ¿me perdonan vuestras caridades el pecado de haberme distraído durante la misaEn fin, hijo: que las traía fritas a perdones. No cómo me aguantaban. Después pasaba al extremo opuesto. Había temporadas en que le daba por ser mala y mortificar a todo bicho viviente. Las niñas le temblaban. Armaba riñas entre las hermanas. Era el genio malo del convento.

A no llegar con priesa y diligencia Perdiera sin falta Avila la vida; Que el verdugo ejecuta la sentencia Si no viene Quiñones de corrida. Por señal el bordon de Su Excelencia Traia, que es señal muy conocida; Perdonan al que est

Todo lo hemos perdido me dijo ; que has hecho cuanto tu buen deseo te sugirió y cuanto estuvo en tu mano; pero si bien las monedas son dobladas, la mayor tiene el mal de pertenecer a los Reyes conquistadores de este suelo, Fernando e Isabel, y para los usos que debieron servir no perdonan los genios que aquí mandan ni el nombre ni la efigie de entrambos héroes.

Si estas se creen completamente solas, de seguro pronunciarán conceptos altamente ingeniosos á la par que poéticos. Manejan con gran facilidad los metafóricos giros y no perdonan en su alegre cháchara, persona, cosa objeto que se presente á la vista ó á la memoria. No hay intención de herir y jamás sus dichos traspasan las negras fronteras de la calumnia.