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Y a lo lejos, cuando se perdía el tren en la penumbra de los grandes focos eléctricos, Sarrió, asomado a la ventanilla, agitaba su antiguo sombrero cónico. Me paso la mano por la frente como para disipar estos recuerdos.

Y dos fuentes, la de Alfaguar y la Encantada, parten y reparten sus aguas en una red de plata que se esparce y refulge por la llanura. Espaciosos cuadros de hortalizas ensamblan con plantaciones de viñedos; junto a los granados se enhiestan los almendros. Y los anchos y redondos nogales ponen con su penumbra, sobre el verde claro de la alfalfa, grandes círculos de azulado verdoso.

Su cara, tan pálida como las sábanas, se destacaba sobre la obscura encuadernación de los libros y sus ojos hundidos brillaban en la penumbra. Me vio en la rendija de la puerta, donde estaba yo medio escondido, y me hizo una señal con la mano. Sus labios se movieron al mismo tiempo, pero su débil voz no pudo llegar hasta . ¿Qué quiere? pregunté a Polidora que estaba allí.

Pero consideraba indispensable imitar á este rudo adversario, para que las condiciones del combate fuesen iguales. Mientras se despojaba de la parte superior de su uniforme, se abrieron en la penumbra lunar del jardín las rojas estrellas de varias antorchas.

Renazcan las antiguas virtudes severas, la mesa parva, la rica devoción, y que la mengua de las vestiduras nos haga llegar mejor a las carnes la saludable franqueza del viento. Había terminado y escupió varias veces. Entraron en la ciudad por la Puerta del Adaja. Las callejuelas estaban llenas de penumbra plomiza y temblorosa.

Cruzó un salón vastísimo iluminado por los rayos del sol, que pasaban a través de los montantes de tres ventanales cerrados. El suelo estaba en la penumbra, mientras las paredes brillaban como un jardín de vivos colores, cubiertas de interminables tapices con figuras de doble tamaño natural.

La mayoría del pasaje prefería quedarse abajo, refugiada en la suave penumbra de la cubierta de paseo. Maltrana saludó a una señora que leía tendida en un largo sillón, la espalda sobre un cojín, mostrando entre la flor nívea y rizada de su faldamenta el arranque de unas piernas enfundadas en seda blanca y los altos tacones de los zapatos.

Las diversas embarcaciones, pequeñas como moscas, se fueron perdiendo de vista unas de otras en la penumbra vagorosa del crepúsculo.

Gabriel miraba el jardín, orlado por las arcadas de piedra blanca y sus rudos contrafuertes de berroqueña obscura, en cuya cúspide dejaban las lluvias una florescencia de hongos como botones de terciopelo negruzco. Descendía el sol a un ángulo del jardín, y el resto quedaba en una claridad verdosa, de penumbra conventual.

Los dos hombres iban con lento paso hacia la puerta de salida, en la penumbra del crepúsculo, á través de las líneas férreas, subiendo y bajando los terraplenes del inmenso establecimiento industrial. Lo que me irrita dijo el doctor en todas estas grandes fortunas que se forman de la noche á la mañana, es su ineficacia, su infecundidad para el bien de las gentes.