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¡Qué he de opinar, mi General! contestó el preguntado encogiéndose de hombros y sonriendo amargamente; qué he de opinar sino que la peticion es justa, ¡justísima y que me parece estraño se hayan empleado seis meses en pensar en ella! Es que se atraviesan de por medio consideraciones, repuso el P. Sibyla friamente y medio cerrando los ojos.

A Juan le fue dado contemplar los más hermosos ejemplares de la gente del gran mundo, de la que había oído hablar, pero que desconocía. Todos aquellos desocupados, aquellos inútiles, se daban delante de él aires de gran importancia, que en un principio no le chocaron; pero, como era muy observador, sintió en breve cerca de ellos un sentimiento de inferioridad que le hizo pensar.

Nuestro primitivo tren había continuado su marcha hacia Irún, no bien nos bajamos de él, y después había partido otro con dirección á la insigne ciudad de Zamora. ¡El único que no daba ni señales de pensar en salir era el recién establecido tren de Salamanca! En cambio, salió el sol.

Añadía la carta que no había que pensar en los gastos, y concluía suplicando encarecidamente á Jerónimo no se negase á aquella demanda. A aquella carta acompañaba una maleta, y dentro de la maleta se encontraron ropas para Juan y doscientos ducados en oro.

Cuando recordaba cuán estrecha había sido nuestra amistad, me quedaba sorprendido, y hasta un poco disgustado, de ver que me había ocultado la existencia de estos dos hombres. Por mucho que sintiera tener que pensar mal de un amigo muerto, no podía evitar que me asaltara la sospecha de que su relación con estos individuos formaba parte de su secreto, y que este último era algo deshonroso.

Con esto se consoló algún tanto, pero desconsolóle pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide; y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas.

Pero de lo que yo agora me temo es de pensar si aquellos franceses le habrán dado libertad, o le habrán muerto por encubrir su hurto.

Quedose Miranda indeciso un punto, y volviendo a aullar, derramó a borbotones su ira, exclamando: Mire usted que la cogeré... la cogeré.... Váyase usted, no me tiente la paciencia.... Cójala usted replicó Sardiola risueño de puro desdeñoso... a ver cómo se lucen esos ánimos... porque pensar que he de irme yo... a no ser que la misma señorita me lo mandase....

Me levanté al acercárseme, dispuesto a cederle el sitio y sin pensar que se hubiese molestado por . Pero ella, con un gracioso ademán, me hizo seña de que me volviera a sentar. Confiese usted, caballero, que no es usted curioso me dijo sonriendo. ¿A qué se refiere la observación?

Así que, no nos atrevemos a asegurar que Ramoncito, en la primera etapa de su conversación con Esperancita, se mantuviese siempre del lado de acá de la elegancia. Hay algún fundamento para pensar que no fué así.